En estas fechas de explosión de celebraciones, mi entorno y yo no íbamos a ser menos... Amigos invisibles, cenas, comidas y aperitivos.
¡Ay! aperitivos, sí. Nosotros hacemos un llamamiento "multitudinario" a todos nuestros amigos y a los amigos de nuestros amigos el 24 de diciembre. Como todos los años, quedamos sobre la una. Repetimos el mismo sitio que el año pasado, pero no nos trataron igual de bien, así que a lo mejor buscamos otro para el 31 de diciembre.
Lo que comenzó siendo un aperitivo de cinco, se ha convertido en aperitivo de "n", aunque para ser sincera, no sé si empezó siendo un aperitivo de cuatro al que yo un año fui invitada. Todo el mundo es bien recibido y todos los años se apunta alguien nuevo, aunque este año nos fallaron nuestras nuevas adquisiciones. Y también nos falló nuestro Antonio y su Ana.
Las conversaciones no son profundas. Caña, tapa. Nos dedicamos a reirnos y a contar historias graciosas, aunque ya no son las mismas conversaciones de antaño. Ya tenemos matrimonios, hijos, separados, aunque no nos vamos a engañar, también tenemos novios, solteros, piter panes... Caña, tapa, risa. Las viviencias feas se tocan de pasada, no apetece meterse en profundidades. No se rasca porque siempre sale algo... Tampoco todos somos especialmente afines, pero allí estamos. Caña, tapa, risa. Intentamos hablar todos con todos, aunque siempre hay personas por quienes tienes querencia, o sabes que si haces un comentario tonto, quien se va a morir de risa contigo. Caña, tapa, risa. Y como no! también hacemos planes, que por supuesto en estas circunstancias, son a corto plazo, como por ejemplo, la Nochevieja, una matanza en no sé dónde y un fin de semana en la Villa. Caña, risa.
Poco a poco la gente se va marchando. Caña, risa. Los que nos quedamos, tenemos muy dentro el espíritu navideño. Caña, risa. Y nos echan ¿diplomáticamente? dándonos la cuenta sin haberla pedido. Pero nosotros no hemos terminado, así que cambiamos de bar. Caña, risa. Y volvemos a cambiar de bar. Copa, risa. Hay quien debería estar en su casa envolviendo regalos y poniendo la mesa, pero su subconsciente la retiene, y ella tan feliz. Nata es la exprotagonista, nuestra chiclanera adoptiva por obligación. Quizá el aperitivo no fue idea suya (seguro que no), pero un día fue nuestro nexo de unión. La mayoría nos hemos conocido a través de ella, y nuestra labor ha sido seguir tejiendo esta red, que ha merecido la pena de todas todas, y que seguirá mereciendo la pena, por supuesto. Pero como ella decidió hace muchos años dejar de ser protagonista, estoy segura de que estará encantada de que el homenaje sea también para todos vosotros.