lunes, 5 de febrero de 2007

LLAVES INTERNAS

Mi afición por todo lo mental me viene de tiempos inmemoriales, y siempre he tenido una debilidad especial por pensar en pensar. Lo que en un principio era algo inofensivo y ayudaba a ejercitar mi mente, con los años comenzó a tener un dominio sobre mí y contribuyó a una deformación de la realidad constante que me llevaba a abismos. Pensaba que la vida estaba formada por ciclos, y yo tenía ciclos que los empezaba o los terminaba con un abismo, con lo que siempre me veía obligada a dar giros de ciento ochenta grados. No quiero decir que los problemas fueran creados por mí, sólo que no sabía tratarlos y llegaba un momento en que no los podía digerir.
Cuando llegaba a decir, no puedo más, enseguida me ponía en funcionamiento a buscar soluciones que implicaban ayuda externa. Una de ellas era siempre el psicoanálisis, pero nunca me atreví porque cuando entraba en crisis necesitaba soluciones rápidas. Estas circunstancias me han llevado a pasar por unas cuantas terapias de lo más variadas: he llorado de risa y de dolor. En su momento, todas me ayudaron, todas aportaron su granito de arena, y hacían que cuando entraba en barrena, los daños fueran menores que la vez anterior.
Hay una línea muy fina que pone a una lado tirar la toalla y al otro, seguir en aquello que merece la pena, pero no que lo merezca en sí, si no por el resultado, sus consecuencias. También es fácil tirar la toalla ante determinados hechos, pero llega un momento en que no puedes, que se te va mucho en la toalla, y es mejor arreglar el estropicio concienzudamente que no empezar de nuevo otra vez.
Y me volvió a ocurrir, en noviembre, entré en barrena. El pulso se me aceleró, mi mirada perdió brillo, no descansaba por las noches, tenía ansiedad, perdí la ilusión y me convertí en un autómata temporal con peligro a ser permanente. Pero todo tiene el lado positivo porque ¿qué pasa cuando te empieza a doler un poco la garganta? ALERTA Y PASTILLA, ya sabes las consecuencias. Pues al final las cosas son muy similares, y yo pensé ALERTA Y SOLUCIÓN. Dejé de dar rienda suelta a mi imaginación porque llegué a conclusiones tan absurdas que eran directamente proporcionales a mi estado mental de enajenación transitoria.
Y de repente, empieza la relajación, las cosas no son tan feas, ni son tan negras; si las das un poquito de color, el asunto cambia. Mis años de experiencia me calmaron y decidí no tirar la toalla mugrienta llena de chorretes de mierda porque no siempre, pero a veces, es necesario exprimir un poco más esa situación tediosa. Como diría Amalia, pimpampimpam, y se queda todo relimpio. También sabes que no es lo que quieres y que no es tan cristalino pero, desde mi punto de vista, creo que a veces hay que pasar periodos de adaptación en algunos tramos que se consideran tan necesarios como los sublimes.
Y justo en ese momento me topé con el psicoanálisis. Llegó nuestro momento. Y ahora sé que no hay recetas mágicas. Sin darme cuenta, voy descubriendo cosas que son claras, clarísimas, que la solución es tan fácil que hasta da vértigo, y pienso... no es posible que me haya complicado la existencia por semejantes tonterías. Los problemas existen, por supuesto, ¡claro que están ahí! pero no hay que adorarlos ni darlos de comer porque se hacen muy pero que muy poderosos.

1 comentario:

Ana dijo...

Qué bueno María.
Me encanta leerte.