Mi mundo, mis sueños ya no son inconexos, son conexos.
Todo es más fácil de lo que parece, todo es conexo, pero a veces no me gustaban las conexiones y prefería lo inconexo. Yo, que pensaba que las cosas sin sentido tenían sentido si lo quería buscar; que las cosas que no comprendía, las podía encontrar una lógica; que las personas podían cambiar a mejor, sólo porque me lo proponía de forma unilateral; que en cada problema sólo había una incógnita que se podía despejar aunque fuera compleja.
Es una pena, pero no existen los cuentos de hadas. La materia se transforma pero de una forma coherente. Un acto tiene una consecuencia. Un esfuerzo tiene su recompensa. La letra con sangre entra, y ¿para qué? resulta que ganas por un lado y pierdes por otro. Hay veces que el túnel no tiene luz al final ni la va a tener, y no hay que coger el pico y hacer un agujero, hay que darse la vuelta y buscar otro camino.
También puedo hablar de cosas más mundanas. Si bebo mucho, al día siguiente tendré resaca. Si hago deporte, mejorará mi forma física. Si como mucho, aumentará mi peso. Si gasto más de lo que ingreso, me quedaré sin ahorros. Si duermo poco, al día siguiente cuando suene el despertador pensaré que mi cuerpo pesa mil kilos. Si trabajo más de doce horas al día, no tendré tiempo de nada más e iré perdiendo todo poco a poco, sin darme cuenta.
Todo tiene su conexión, pero no es fácil encontrarla, y por eso a veces parece inconexo. Realmente es lo mismo. Lo conexo es un estadio más allá de lo inconexo. Sólo hay que saber que existe lo conexo aunque no se conozca. Y si parece que estamos lejos de llegar a lo conexo, busquemos otro camino porque seguramente no merezca la pena. Demasiadas incógnitas a despejar y muchas cosas varias de otros palos por hacer.
Mucho tiempo que no lo hacía, y hoy lo he repetido varias veces. He respirado sabiendo que respiraba, desde el estómago. Qué placer.
