martes, 25 de noviembre de 2008

MENTIRAS

Mentiras piadosas, mentiras dañinas, mentiras laborales, mentiras familiares, mentiras sin maldad, mentiras que se escapan, mentiras de fanfarrón, mentiras imperdonables, mentiras humillantes, mentiras tontas, mentiras y más mentiras.

No me gusta mentir. Mis mentiras son piadosas y mentiras que se escapan, de esas que no sabes por qué salen de tu boca, pero que ya están allí y no hay vuelta atrás, mentiras tontas. Al fin y al cabo, mentiras, pero sin trascendencia, mentiras que no perjudican a nadie, ni siquiera a mí misma. Duran lo que duran una suave brisa de aire gélido. Mentiras, mentiras...

Hoy he tenido un episodio de mentiras que no son las mías. He tenido que faltar a la verdad para defender a mi empresa, he tenido que omitir la verdad para proteger aquello por lo que me pagan. Y lo he hecho y hasta diría que lo he hecho muy bien, incluso sabiendo los contrarios que mentía, no me he dejado avasallar. Han ido a por mí y le he dado la vuelta a la tortilla, o por lo menos a lo que quedaba de ella. Me he mantenido firme y he defendido aquello como si fuera mío. Tres horas de tensión en las que no han podido conmigo y he seguido vendiendo aire sin plazos.

Quizá no he mentido, quizá he utilizado parte de la verdad y la he enmascarado, quizá lo que no me convenía no lo he dicho. No sé, qué más da. Era trabajo y no podía hacer otra cosa, no podía... Pero cómo me ha pesado, cómo me pesaba. Me he quedado sin fuerzas. Me hubiera ido a casa a tumbarme en la cama en posición fetal. He estado bloqueada durante bastante tiempo y casi a punto de llorar, pero no... no... así no se soluciona nada. He vuelto a sacar fuerzas de flaqueza para solucionar el tema, me tocaba arreglarlo internamente y lo he conseguido, o por lo menos me han dicho que a la próxima reunión iré con un técnico para que me ayude. Sólo tenía que pedirlo.

Me siento un poco mejor.

sábado, 15 de noviembre de 2008

TAN LEJOS Y TAN CERCA

Todavía me acuerdo de las perrerías que te hacía cuando éramos pequeñas. Me ratifico en que los niños son crueles. Claro que sí, son ignorantes de sus palabras y de las consecuencias que conllevan. Pero ya pasó, ya pasó.

Luego fuimos creciendo y no sé qué cambió, pero cambió. La edad se solapó y la diferencia generacional dejó de existir porque tres años no son nada. Y empezamos a tener afinidades, amigos en común, risas sin reproches, ayuda incondicional, nos convertimos en nuestras confesoras, en testigos mudos y no tan mudos de nuestras vidas, en piezas indispensables, compartiendo momentos felices y algunos no tan felices; todo consecuencia de la conexión sanguínea y de algo más, o de muchas cosas más que nos convierte en hermanas especiales, sin dejar atrás ni un milímetro a nuestros hermanos especiales.

Tantos años viviendo juntas que ahora se hace extraño no tenerte cerca físicamente porque de ninguna otra forma es viable una separación. Menos mal que la tecnología nos arropa. Y allí donde ahora estás, al otro lado del charco, en la ciudad más famosa del mundo no dejamos que existan las distancias.

¿Y ahora? Tienes que ser fuerte porque lo llevas en la sangre, porque has vivido situaciones que te dan experiencia, porque has aprendido de los errores. Nadie dijo que fuera fácil pero tampoco es ni va a ser un infierno. Tendrás que adaptarte y disfrutar de lo bueno y de lo malo. Es por trabajo por lo que te has ido a vivir, y lo importante es vivir, vivir y vivir de la mejor forma.

Una andadura nueva que tienes que hacer bien desde el principio. Ya no tienes al "Orejas" ni a "la que te mira", pero no olvides que parte de su poder se lo has dado tú. Debes tener cuidado de que no aparezca en NYC otro "Ears" u otra "she´s looking at me". Relájate, respira hondo y marca tu territorio con educación y sin prisa pero sin pausa. ¿Los problemas? Son problemas pero no los sumes, dales su justo espacio y soluciónalos, uno a uno.

No desconfíes de ti porque te comerás la Gran Manzana y lo que se ponga por delante. Es cuestión de tiempo, sólo necesitas tiempo y disfrutar cada día de lo que tienes, que es grande, como tú.

No olvides que nos tienes. Te quiero, te queremos.

domingo, 9 de noviembre de 2008

AMOR CON MINÚSCULAS

Las cosas atípicas siempre me llamaron la atención, y no es que no me parezca lo armónico mucho mejor, pero quizá ese gusanillo de lo desconocido, de por qué no salió tenga más interés para mí que lo armónico, lo fácil. Todos tenemos ese punto raro o no tan raro que hace que nos distingamos, y quizá a mí me diferencia, entre otras muchas cosas, el escribir de amor oyendo de fondo a Loquillo y los Trogloditas (veremos qué sale...).

Cuando llega un momento en que la soltería a los treinta y tantos te parece bien, cuando sientes que tienes un equilibrio interno, cuando sientes que te faltan cosas pero que ya no corren prisa, sino que disfrutas el momento actual porque los otros ya llegarán. Cuando todo tiene su caja y su orden y da gusto pasear por el jardín. Cuando piensas que tu vida transcurre mientras que das un paseo por la playa, y aunque a veces pisas alguna que otra roca y viene una ola que no te esperas y te mojas, sigue mereciendo la pena el camino. Cuando llega ese momento que te das cuenta de que casi todo lo te ocurre es consecuencia de la forma con la que enfocas la vida, quiere decir que has avanzado mucho, pero todavía queda mucho más por recorrer y sólo quiere decir que has dado con el quid de la cuestión y los siguientes pasos son resolver todos aquellos problemas en los que siempre tenía la culpa el apuntador (el jefe, el amigo, la madre, o el padre que lo fundó).

Cuando todo cuadra o piensas que todo cuadra y te vanaglorias de ello, pues llega alguien; y es lógico, porque cuando te encuentras bien es cuando atraes, porque de pichatristes y amargados, está el mundo lleno. Y claro... comienzas a reubicar un poco las piezas, para que todas tengan su espacio. Haces otro poco de encaje de bolillos sin darle demasiada importancia, aunque por su puesto, ni comparación con lo hecho anataño. Nos volvemos más cautos, mucho más cautos y vamos con pies de plomo (o eso intentamos o pensamos que lo hacemos) pero cuando ves que todo vale, que todo sale, levantes el pie del freno y disfrutas, disfrutas, te dejas llevar, te ríes, piensas si durará y te dices, ¿por qué no? y todo va una velocidad que da un poco de vértigo pero ya no quieres parar y puedes pero no quieres, no quieres; seguro que porque al final sabes que todo tiene fecha de caducidad y quieres que por lo menos puedas decir, que me quiten lo "bailao".

Y un buen día todo frena en seco y te estampas. Las llamadas merman de una forma escandalosa, ya no se mueren por verte, comienzan las excusas baratas o caras; valoras, valoras todas y no entiendes, no entiendes. Y te esfuerzas por entender, y quieres entender porque tienes más herramientas para entender. Pero no entiendes, faltan piezas en el puzle. Y con toda esa experiencia que ya tienes, dejas que las cosas se desarrollen según su curso, pero ¿cuál es su curso? el de antes, a cien por hora, o lo actual, a paso de abuelo ¿sin rumbo? Y claro, la que ha sido peliculera, pues hace esfuerzos sobrehumanos por mantener los pies en la tierra y esperar una respuesta a esa pieza que falta. Y cambias, o por lo menos te das cuenta de que has cambiado porque ya no te lo tomas a la tremenda, ya no piensas, ¿qué he hecho mal? y si lo piensas, la respuesta es nada. Y te preguntas qué ha pasado, y no entiendes ni vas a entender porque si te pones a pensar en hipótesis, cabrían tantas de una forma directamente proporcional a las horas dedicadas a intentar discernir qué es lo que ha pasado. Qué mediana traquilidad llegar a ese estatus en el que has conseguido no enloquecer ni perder los papeles, si no que has valorado que quizá has proyectado lo que podía ser partiendo de lo que es y ha resultado que a lo mejor no tenías que haberlo hecho, quizá lo que era, era, pero no quería decir que fuera a ser más adelante.

¿Y ahora? Era, fue, sería, habría sido, hubiera sido, habrá sido, es, sea, será... No lo sé. Amor siempre se escribe con mayúsculas, pero empieza con minúsculas y la afinidad, interés, química hace que se convierta en mayúsculas, y luego hay que cuidarlo, cuidarlo todos los días porque nada es eterno. Hoy ya no.

domingo, 2 de noviembre de 2008

TIEMPO

Cuando un segundo se hace una hora, cuando una hora se hace un segundo. El tiempo pasa igual siempre, no varía, es exacto, es la percepción la que cambia. Hay veces que no le hacemos caso, es algo insignificante, algo así como respirar, ¿cuántas veces nos planteamos que nuestros pulmones se están llenando de aire?

Nuestro aliado o nuestro enemigo. En época de crisis parece que el tiempo está más lejos de ser nuestro aliado. La crisis, qué es la crisis. Si encima tienes una percepción de la realidad parcial, por falta de interés, como es mi caso, se convierte en una bola intragable. Como si pensara que las noticias no van conmigo, que lo que dicen en la radio no son asuntos que me incumban, como si el no ver el telediario me dejara indemne de lo que ocurre en el exterior.

Hasta que llega un día que la famosa crisis te repercute por arte de virli virloque y ves que tu trabajo comienza a estar estrangulado. Y te das cuenta que este tiempo en el que has ejercido como profesional en exceso ha pasado, y aunque no ha caido en saco roto, sientes temblar cimientos que te dejan un poco dubitativa. Sientes un poco de pavor y notas que debajo de tus pies tiembla la tierra y te quedas parada esperando que no te caigan escombros en la cabeza y tu vida acabe de una forma drástica. Y ahí es cuando me planteo, empeñarse en vivir o empeñarse en morir.

Vuelve a tomar protagonismo el tiempo. Empeñarse en vivir, una labor ardua al que hay que dedicar lo que cuenta el tic tac del reloj, o empeñarse en morir, que es cuestión de segundos, todo se acaba y te conviertes en un ser inerte.

Sin lugar a dudas, empeñarse en vivir.