martes, 25 de diciembre de 2007

LA INTRUSA

Cada vez le da más vértigo escribir. Debe ser que el trabajo le está quitando la creatividad. Pero digo yo, o mejor dicho, dice el refrán, "quien tuvo, retuvo". Pero nada, con ella no vale.

Pues sí, me he colado en su blog porque sé sus contraseñas. Y le he cotilleado todo. Y tiene muchas entradas sin publicar. Debe ser que en si día pensó que no eran lo suficientemente buenas y lo dejó en un esbozo, en unos párrafos, en unas frases, en una frase, en un título.

Busca objetivos y va hacia ellos como un mihura. A veces embiste y otras le ponen la muleta plana y entra a ella como un toro manso, o bueno, a veces los mihuras también entran al trapo. Ya no sabe cuál es la faena buena porque está a la vez en no sé cuántas plazas. Siempre dice que lo suyo son carreras de fondo, pero tiene tantos frentes abiertos que ya no sabe a qué carrera de fondo se tiene que dedicar. Y encima, con toda la empanada que tiene en la cabeza, ahora dice que es su vida y que lo tiene que solucionar ella, que tiene que tirar del hilo para hacer la madeja, pero no tiene idea de dónde está el principio.

Antes era fiel a los consejos de su familia y de sus amigos, pero ahora ya no. Sabe que los consejos son buenos pero le da la sensación de que no puede hacer caso a todo el mundo. Tiene que seleccionar, y ha seleccionado tanto que no me hace caso ni a mí. En fin, os lo voy a confesar... soy su otro yo.

Le digo tantas y tantas cosas... y ni puto caso (perdón por el taco, pero es que cuando hablo de ella me pongo de los nervios!). Le dije que hiciera una entrada porque ya llevaba escribiendo un año, pero claro, no tenía tiempo, nunca tiene tiempo. Se le va la vida en el trabajo. Y mira, que no me alegro, pero ya ha petado. Al final, el tiempo me ha dado la razón. Se ha agotado tanto física y mentalmente que ahora parece que se está planteando todo de verdad. Y no es que me alegre de su mal, pero ya se sabe (soy muy refranera), "no hay mal que por bien no venga". Parece que tiene proyectos en la cabeza y espero que le salgan bien porque como pone tanto empeño, pues... en fin... que aunque la esté criticando un poco, creo que se lo merece.

También le he dicho que sus últimas entradas son flojas flojas, pero claro, qué podemos esperar, si no tiene tiempo de nada. Como lo sabe, cada vez le da más pereza escribir porque no tiene contenido, no tiene imaginación, no tiene soltura, no tiene ingenio, no tiene capacidad para jugar con las palabras.

Además, lleva un temporada que no contesta a los mails, a los mensajes, no devuelve llamadas. Parece un disco rallado. No para, no para, y no para tanto que os voy a contar otra cosa, y a lo mejor se enfada un poco, pero me da igual. No sé si sabréis que es una maniática de los dientes. Se los lava, o mejor dicho, se los lavaba compulsivamente, y ahora, no se le olvida pero dice que no tiene tiempo. Total, que se los lava cuando se levanta y cuando se acuesta. Antes se los lavaba cada vez que comía, y ahora, entre semana, como no tiene tiempo, se mete un chicle en la boca. De verdad, qué vamos a hacer con ella...

Ayer, como todos los años desde tiempos inmemoriales, se tomó el aperitivo con sus amigos. Se juntan en el bar de otro amigo que está detrás del auditorio. Me contó que se lo pasó muy bien, pero estaba desubicada, como que quería pasárselo bien, pero no disfrutó del todo. No fue como otros años que puso en "stand by" su vida y disfrutó al máximo de aquel momento.

Formaban un elenco de lo más variado: farmacéuticos, químicos, biólogos, periodistas, médicos, abogados, y algunos que como Chedler, nunca vamos a saber exactamente a qué se dedican. Y sigue todo variado, que los hay que son padres, estrenados padres, futuros padres, eternas "teenegers", "exteneegers" y las que quieren dejar de ser "teneegers". Resumiendo, padres y "teneegers".

No os puedo contar mucho más porque no me dejó ir, pero tengo la solución. Sé que habló con Antonio Mingarro y quedaron en contar cada uno su versión del aperitivo y linkarse para convertirse durante unos días en vasos comunicantes de la narración del aperitivo de Nochebuena. El problema es que no se crear un link desde aquí, pero si os fijáis, en la parte derecha de su blog, sí que hay un link que pone "Blog de Antonio Mingarro".

Espero que Antonio sepa perdonarla porque realmente del aperitivo, aperitivo, no va a contar nada, y como yo no fui, pues no me lo puedo inventar! Sé que le estuvo dando ánimos de todo en general, y en particular, con relación al blog, que no se apagara la vela, que había gente que leía lo que escribía y que era una responsabilidad que debía cumplir porque le gustaba, porque había sido algo que había empezado porque le apetecía, de forma unilateral.

Creo que sí le hizo caso y escuchó con atención todo lo que le contó, lo que no sé es si lo pasara a la práctica. Por eso he escrito yo, y ya sé que no es lo mismo, pero por lo menos espero que entendáis su falta de constancia en el blog y su jodido lío en la cabeza (perdón otra vez).


domingo, 9 de diciembre de 2007

ARISTÓTELES, ¿DÓNDE ESTÁS?

Esperando sin esperar, deseando sin desear, ansiando sin ansiar. Así se han desarrollado mis pensamientos en cuanto a la llegada del puente. Y ahora, ya se fue. No he podido disfrutarlo porque me ha cazado el virus ese de la gripe. Y no nos vamos a engañar, si no me hubiera atrapado el virus de la gripe me habría atrapado el virus de los contratos.

Conforme va viento en popa mi vida profesional, va de culo mi vida personal. Mi trabajo es como la termitas... se lo comen todo. Bueno, no es que me vaya mal, es que cada vez tengo menos vida personal. Entre semana me resulta imposible quedar con alguien a tomar algo y con fines de semana como éste, puedo dar con mi vida social al traste.

Y mañana, lunes... Qué gran día.

martes, 20 de noviembre de 2007

PERDEDORES SIN MAQUILLAJE

Los perdedores existen. Son perdedores sin maquillaje. Son perdedores que no luchan. Los perdedores son a los que canta Billy Joel en "piano man". Los perdedores son una enfermedad. Los perdedores dan miedo. Los perdedores están en todas las esquinas. Todos hemos sido perdedores, pero hay que transformarlo en una excepción.

viernes, 2 de noviembre de 2007

REALIDADES PARALELAS

Sonó el despertador. Patricia intentó dormir un rato más porque por la noche no había podido descansar debido a las pesadillas. Se le repetían constantemente, pero esta vez habían sido más intensas, o por lo menos a ella se lo parecía. No podía evitar recordar la sensación que tenía un segundo antes de sonar el despertador. Iba desnuda por la calle... Se sentía indefensa y avergonzada. ¿Qué significaría? Se preguntaba. Pero no tenía respuesta. Se quedó un rato más sumergida en las mantas, aunque no conseguía que la nariz entrara en calor (llevaban con la calefacción rota más de dos meses).

Diez minutos después consiguió sacar fuerzas y se levantó. Calculó mal al poner los pies y en vez de tocar las zapatillas, puso los pies en el suelo helado. Le subió un escalofrío por todo el cuerpo. Le había pasado muchas veces pero esta vez se le llenaron los ojos de lágrimas. Comenzó un sollozo incontrolable, y además le apetecía llorar, lamentarse de si misma, de su existencia y de no haberse dado cuenta de que Jacinto se la estaba pegando con otra. Su mundo no tenía sentido ya.

En la habitación de al lado estaba Miguelito. Un niño risueño y sonriente y con una vitalidad arrolladora. Dormía a pierna suelta pero esa noche se había despertado en varias ocasiones sobresaltado. No podía entender por qué su madre había hecho ruidos tan raros durante toda la noche. Entre sueños pensaba, claro, pobre mamá, es que papá viaja tanto. A él también le hubiera gustado que su padre estuviera más en casa, pero sabía (se lo habían dicho muchas veces) que el trabajo era muy importante. Él se decía a si mismo: son cosas de mayores, porque ... ¿qué puede haber más importante que jugar a la pelota con tus amigos?

A las ocho oyó el despertador de su madre. Se acurrucó en la cama esperando que le viniera a llamar. Tenía un frío horrible. Su ventana cerraba mal y por las rendijas entraba aire gélido como cuchillos. Se percató de que el tiempo pasaba. De repente escuchó otra vez ruidos raros. Él sabía que mamá estaba triste porque papá trabajaba mucho; trabajaba tanto que cuando viajaba, siempre que le llamaba, incluso muy pronto o muy tarde, siempre estaba con su compañera Isabel. Algunas veces mamá decía que pasaba más tiempo con ella. Yo pensaba, qué tontería, es normal, ¿no? Si papá trabaja mucho, mejor que esté con ella, así le ayuda y llega antes a casa.

Entró en el dormitorio de Miguelito. Subió la persiana y le dijo, ¡buenos días cariño! ¿qué tal has dormido? Muy bien, contestó él. Se acercó a darle un beso y se percató de sus ojos rojos y rápidamente lo asoció con los ruidos raros. Le preguntó, ¿qué te pasa, mamá? ¿Estás enfadada porque papá trabaja mucho o porque ayer entré en casa con los zapatos llenos de barro? Te prometo que no me di cuenta. Ya sé lo que significa para ti. Ya sé que limpiar es un trabajo muy duro también. En el cole la "seño" dice que trabajar es muy duro, que no es como ir allí, que no hay recreo. ¿Es verdad que no hay recreo?

Patricia le contestó: hoy vamos a hacer algo mejor. Todo el día va a ser un recreo, ¿te apetece?

domingo, 30 de septiembre de 2007

QUIEREN SER COMO THEO

Treinta y cuatro años. Acento de Plasencia. Futuro padre. Empresario con proyección infinita. Ingeniero de caminos. Trabajador. Tímido. Enigmático. Propietario de un millón de relojes. Dotado del sexto sentido para los negocios. Orgulloso de su nombre. Pegado a su blackberry.

Aunque a primera vista en la descripción no todo puede resultar interesante, como tener acento de Plasencia, va en el pack. Sería un mal menor inapreciable, una gota en el océano. Una gota más gorda sería su nombre completo, que no voy a reproducir aquí porque si lo pusiera y lo buscara alguien en el google, saldría mi blog en primera página.

Es una descripción a grandes pinceladas del administrador único de la empresa en la que trabajo. Quizá podría poner más, pero para mí, es lo más llamativo y lo que he podido apreciar en tres meses que llevo trabajando.

Aparentemente no es más que un empresario brillante, o mejor dicho, muy brillante, que hace cuatro años estaba constituyendo la sociedad matriz, y hoy por hoy, además de tener otras, tiene a más de doscientos trabajadores en nómina.

Hasta ahora podía ser normal dentro de lo extraordinario. Lo que se escapa a mi raciocinio o no soy capaz de ver con el tiempo que llevo, es el efecto que produce en sus empleados, su relación con ellos, conmigo. Todo el mundo quiere ser "su Bubba", todos quieren ser su "muy mejor amigo", pero él mantiene las distancias.

Como llevo poco tiempo, hay personas que me cuentan cosas de él, pero no de si ha comido fuera el fin de semana, o si ayer estuvo cenando con sus suegros. Seguramente no lo saben, y quien lo sabe, por supuesto que no lo comenta. Si consigues ser digno de su confianza es porque eres una tumba, eres la discreción personificada, puede confiar en ti; y por ahora, públicamente, sólo se conoce a una persona digna de tal situación, con límites, supongo. Entonces, lo que te pueden contar de él es la relación laboral que tienen. Es increíble pero a muchos de ellos se les ilumina la cara cuando hablan de él, de verdad, que es algo asombroso. Es una admiración absoluta hacia él y tienen como objetivo hacer su trabajo muy bien para obtener su beneplácito, su palmadita en la espalda, su "perfecto", ser poseedores de algo que parece tan complicado como tener su confianza.

Su despacho está al lado del mío y a diario se suceden colas en las que la gente pide la vez. Sí, sí, surrealista, pero es que si se van, seguramente alguien entre antes o si ha terminado, él se vaya y ya no le puedas localizar hasta el día siguiente. Él está poco en la oficina, por lo que cuando está se le acumula el trabajo de papeleo. Todos le consultan, muchos se ponen absurdas medallas. Salen de allí hinchados como pavos o pequeñitos como si un jíbaro les hubiera maldecido. Y esas conversaciones privadas tienen su repercusión; a raíz de ahí, se cambian o se fortalecen directrices, y se pasa a la fase B: "Theo me ha dicho". Con ese inicio de frase todo se pone en marcha a velocidad de vértigo.

Poco a poco voy teniendo mi propio punto de vista, voy embebiéndome del espíritu de la empresa. Me dejan de llamar la atención hechos tan chocantes como que se le mande mensajes al móvil y que él conteste a esos mensajes, incluso que pida algo por mensaje. Y no son hechos aislados, si no algo que es el pan nuestro de cada día.

¿Y qué es lo que le da ese magnetismo especial? No lo sé. Es obvio que el poder y la jerarquía están de su lado, pero la intuición me dice que no lo es todo. ¿Será su proyección infinita? ¿Su forma de hacer los negocios? ¿Que está todos los días en la obra? ¿Que su confianza no es fácil de conseguir?

Tengo que admitir que a mí también me ha hechizado.

domingo, 23 de septiembre de 2007

FOCALICEMOS

Los domingos suelen ser días perros... Pocas cosas consiguen despegarte del sofá, de la tele, del ordenador... Ahora, en esta vida laboral que me absorbe, estos pequeños momentos son los que le puedo dedicar a mi blog.

Esta mañana he leído una revista de estas que se compra mi madre que yo jamás compraría, pero que al tenerlas a mano, acabo echándolas una ojeada. Son revistas de recetas de cocina, de trucos de belleza, de moda casposa y un etcétera que no soy capaz de rellenar.

La historia es que si buscas, siempre puedes encontrar algo interesante. Mi descubrimiento de hoy va de porcentajes. Un artículo de esta revista hablaba sobre las cosas que nos preocupan. Resulta que un 87% de estas cosillas que nos angustian nunca llegarán a ocurrir. El 6% no depende de nosotros, y el resto, un insignificante 7% es con lo que podremos batallar y ganar la partida.

Es obvio que demuestra la cantidad de tiempo, esfuerzo y energía que desaprovechamos. ¿No será más fácil centrarse en lo que está en nuestra mano? ¿Lo intentamos?


lunes, 17 de septiembre de 2007

MI NO-VIDA ELEGIDA

Suena el despertador. Las seis y cincuenta y tres. Una hora tonta para levantarse pero por qué podría ser mejor las siete cero cero. No lo es. En cualquiera de los dos momentos es de noche todavía. Qué pereza me da levantarme. Espera otro día duro de trabajo. Parece que la ducha vuelve a hacer milagros y me da energías. El camino... un paseo por mi mente; es mi momento que dura tres cuartos de hora. Llega el café y mis dos pitis. Se acercan las ocho y media. Decido regalar media hora a la empresa. Me meto de lleno en el trabajo. Me da la vida aunque antes me la quitaba. Todos mis correos tienen confirmación de entrega y ninguno es divertido; mi correo de trabajo es de trabajo. Los contratos se amontonan. Sin darme cuenta, la hora de la comida. Rápido, rápido... Vuelvo; las tres y media. Sigo borracha de conceptos legales. Tengo que hacerlo! Tengo que hacerlo! Las siete ya?? No me lo puedo creer! Al rato, ya es de noche. Tengo hambre. Son las nueve. Estoy cansada. Voy a terminar esta cosita. No sé para qué me traigo las gafas de sol! Mis tres cuartos de hora de camino en coche prefiero compartirlos con alguien. Me encanta hablar por teléfono. Mi conversación de hoy ha sido con alguien que hacía mucho que no hablaba pero parece que dejamos de hablar ayer. Ya en casa. Otro piti. La cena. El día ha llegado a su fin y no me he dado ni cuenta. Otro piti con coca cola. Mis mails, mis blogs. Me pesa pero me merece la pena. Especialista en carreras de fondo.

lunes, 27 de agosto de 2007

SFO, LA, LV Y EL GRAN CAÑÓN


Esta vez no olvidé la cámara en el avión...

































http://web.mac.com/alfnegri/iWeb/Maria/California.html
No sé colocarlas, pero espero que disfrutéis de la muestra tanto como yo el viaje...

martes, 14 de agosto de 2007

LO QUE APARENTEMENTE ES INSIGNIFICANTE

Hoy he notado, despues de una semana, que me voy haciendo con la ciudad. Ya, cuando me monto en el metro, soy una mas. Normalmente voy ensimismada en todo lo diferente, y hasta hoy no me habia dado cuenta de una cosa, aqui la gente casi no lee en el metro. En Madrid ves a gente leer en condiciones lamentables, como por ejemplo, totalmente espachurrados entre la muchedumbre. Aqui la mayoria va medio dormida, estan en letargo, vuelven a casa despues de un duro dia de trabajo sin que se haya cumplido el sueno americano. Estoy segura de que muchos estarian encantados de ser Forrest Gump o su amigo Bubba.
Aqui no hay cientos de homeless, hay miles. Es facil verlos en las esquinas, en sus calles, en los parques. Van como los caracoles, con sus pertenencias a cuestas. Hay hombres, mujeres, negros, blancos, hasta algun oriental he visto. Ayer justo cuando salia del metro vi a uno que estaba pidiendo en la calle. Le habian dado una paliza y tenia la sangre ya seca en la cara, en el cuerpo y en su ropa. Y que hice? Quitar la cara. No pude ni siquiera darle dinero.
Tampoco me extrana que haya tanto mendigo. Por lo visto aqui la vivienda es carisima. Y cuanto mas subes las empinadas calles de esta embaucadora ciudad, mas cara son las casas. Y como cambian las circunstancias... Ahora, las zonas mas espectaculares de San Francisco, es decir, las calles mas empinadas desde las que puedes ver la bahia, antano fueron las peores porque al no haber transporte, vivian las clases mas pobres. Con la llegada del automovil, la historia cambio y ahora viven en estas zonas la gente mas rica. Hoy tocaba visitar este barrio.
Desde California street he cogido el tranvia y he dejado que el aire me diera en la cara mientras iba agarrada a una de sus barras subiendo una encrespada colina. Ahi ya no habia homeless ni ninguna sensacion negativa. Todo iba sobre railes, como el tranvia, ibamos juntos. He disfrutado como una enana, es mas, me tenia que haber bajado pero he seguido hasta el final y luego he desandado el camino extra.
Justo en este punto en el que me tengo que orientar, me pongo un poco nerviosa porque me pierdo con pasmosa facilidad. En fin, no se si me da pereza sacar el mapa cuando dudo, si no soy capaz de visualizar en mi mente el camino o si lo unico que pasa es que vulgarmente, cumplo el perfil de mujer que no se orienta ni a tiros. El caso es que los resultados van siendo cada vez mejores, hoy solo me he perdido veinte minutos, y no estaba exactamente perdida, solo no encontraba una calle. Estos avances me hacen sentir muy orgullosa, peoro vamos, que si se vuelve a dar el caso de otra perdida, no dudaria en cogerme todos los taxis que hicieran falta.
Este barrio en concreto se llama Nob Hill y tiene unas vistas espectaculares, de esas que te quitan el sentido y que te dejan atontado mirando al mismo punto sin darte cuenta de que pasa el tiempo. No me cansaba de hacer fotos y hubiera hecho hasta repetidas, para luego poderlas comparar tranquilamente y quedarme con la mejor. Pero sin avisar se me ha encendido una luz que me avisaba de que me estaba quedando si bateria. El aviso mas que un aviso era un hecho inminente, y asi es como lo he tratado. A los cinco minutos estaba sin camara para inmortalizar Lombart street, la calle mas sinuosa del mundo; hace zigzag y todo el que se precie a venir a este ciudad tiene que visitarla. Es habitual ver los coches en caravana esperando a que llegue su turno para bajar la calle. Hay algunas personas que sacan todo el cuerpo por la ventana de; coche mientras van con la camara de video, otros no dudan en parar el coche para que su copiloto haga la ansiada foto y los peatones, como yo, se disponen en fila al final de la cuesta aprentando el boton de sus aparatos. Y a pesar de las vistas, a pesar del entorno, a pesar del lugar, si hubiera podido elegir hacer una foto, habria sido la de toda la gente haciendo fotos malas a la calle. El sol estaba de frente. Imposible que alguna foto haya salido bien. Y como solo podia retener las imagenes en mi retina, muy seria me he sentado en un poyete que habia justo nada mas terminar este trozo de calle a fumarme un cigarrito, asi que aunque yo no tenga fotos, muchos van a tener foto mia.
La tarde estaba cayendo y ya hacia frio. Aqui hay que llevar mucha ropa. aunque en un momento dado te sobre, sabes que en otro momento va a ser absolutamente necesario. Y hoy ha sido el dia. He estado en camiseta pero he acabado con jersey y cazadora en una terraza y he terminado levantandome porque me estaba quedando destemplada.
Parecia que lo mejor del dia habia acabado, pero no ha sido asi. Cuando he llegado a casa, las dos taiwanesas con las que comparto la casa, siempre me reciben con una sonrisa de verdad y me preguntan que tal me ha ido el dia, y hoy no han perdido tampoco esta buena costumbre que hace que me guste llegar aqui. Hablo con ellas un rato. Luego llega Mary, que es la duena de la casa que vive al lado nuestra.
En un momento dado me he perdido algo porque Mary me ha dicho, vamos a ver la actuacion. Y de repente, una de las taiwanesas se ha puesto a cantar!!! Dios mio!! Me daban ganas de reirme, pero no de ella!! De la situacion!! Ella, cantando a un metro de nosotras, la otra taiwanesa en un lateral y nosotras en primera fila. Estaba nerviosa, y cuando esta asi, se toca la cabeza con la mano haciendo circulos, como si llevara una boina imaginaria y la quisiera recorrer el borde... Surrealista. Lo mejor es que ha resultado que cantaba bien, tenia una voz muy melodica. Luego ya se ha relajado del todo y nos ha cantado otra mientras su prima (la otra taiwanesa) nos hacia la traduccion simultanea. Mary se ha ido y me ha cantado otra a mi y me ha dicho que el tema era la amistad.
Como estoy en San Francisco y puedo elegir, me quedo con el recuerdo en mi retina de la foto que no he hecho a todos los turistas haciendo fotos quemandas a la calle mas sinuosa del mundo y con las canciones de Jen.

jueves, 9 de agosto de 2007

AL OTRO LADO DEL CHARCO

No recien llegada, pero como si lo estuviera porque todavia no me he hecho con la ciudad. Estoy en San Francisco!! En los United States!! En fin, ellos no tienen historia pero tienen otras cosas. Todo es tan diferente que cualquier dia es una aventura.
Es obvio que ni soy terrorista ni tengo cara de serlo, pero de una forma accidental pase en mi mochila por el detector infalible del aeropuerto cinco cuchillas. No voy a explicar por que las llevaba porque no viene al caso, pero me refiero a cuchillas de las de antano, de esas que utilizaban nuestros abuelos. Y por supuesto, mi intencion no era degollar a la tripulacion ni muchisimo menos.
Y vale que pasara los detectores en Espana, y vale que pasara los americanos en un vuelo interno, y vale que me saliera a fumar un cigarro y los volviera a pasar, pero tambien las pasara en el Ayuntamiento de San Francisco despues de que un policia me revisara la mochila!! En fin, esa es mi historia!! Podre contar a mis nietos que en la era en la que los americanos se volvieron locos por la seguridad aerea, yo transgredi todas las normas, aunque fuera sin quererlo!!
Lo bueno que tiene viajar solo, aparte de que comes, haces y deshaces todo lo que te da la gana y cuando te da la gana, consigues meterte mas en la ciudad, entre sus gentes... Y eso es lo que hice ayer. Estuve en North Beach, que es el barrio italiano.
Despues de comer salio el sol, y como yo sigo el refran de donde fueres, haz lo que vieres, pues vi a mucha gente en un parquecito tomando el sol y durmiendo y me anadi al grupo. Como soy un poco culo inquieto y ademas tengo que dejar un ojo abierto para vigilar mis pertenencias, me puse a leer la guia, y me entere que en ese parque habian hecho las fotos de recien casado Marilyn y Joe DiMaggio... Que cosas... estuve en el mismo sitio que ella...
Me dispuse a subir a Coit Tower, que por cierto, no es nada del otro mundo si no fuera por las vistas, que ademas estan un poco sesgadas por los arboles. Entonces, decidi bajar otra ver y buscar en mi guia algun sitio tipico para tomar un cafe italiano. Mi eleccion fue el mas cutre y con mas solera. Me sente en la terracita a esperar a que me atendieran, pero como estoy siempre observando, me dio la sensacion de que no se estilaba aquello de que los camareros sirvieran las mesas, asi que entre. Justo al lado de la barra habia dos senores mayores. Uno vendia postales que dibujaba el. Me invito a que le comprara una y yo, que estoy tope receptiva a impregnarme del vivir de la ciudad, me puse a hablar con los dos abueletes. Me rebajo la postal que le compre y me dijo que el dinero lo queria para cognac, mientras se reia y me ensenaba sus dos unicos dientes de arriba y sus dos unicos dientes de abajo. Les debi de caer bien porque me dijeron que me tomara con ellos el cafe, pero una que es fumadora, prefirio salirse a la terracita. Justo cuando me sente, se empezaba a formar un grupo de contertulianos bohemios de lo mas variopinto. Y yo estaba en la mesa de al lado. El grupo empezo a crecer y sin darme cuenta formaba parte de ellos y de su conversacion. Estuve encantada, encantada de mezclarme con ellos, aunque siempre con un poco de cautela. Pero vamos, que en ningun momento pase miedo (es obvio que me habria ido), ademas, pasaba la gente y se saludan, y se preguntaban que que tal estaban, vamos, que se conocian, todos eran del barrio. Pase toda la tarde con ellos disfrutando de la conversacion, la compania y del fantastico sol que se nos brindaba. Y cuando este nos dejo de hacer compania, yo me fui tambien, no sin antes hacer un tour con uno de los bohemios que me enseno los entresijos del barrio y sus tiendas. Un senor encantador, con ropas sucias y pinta de no haberse duchado en mucho tiempo. Me estuve ensenando los dibujos y las frases que hacia en formato de postal; eran curiosas aunque para mi gusto un poco radical. Por supuesto, que me regalo un monton. Nos intercambiamos los mails y me dijo que me ensanaba la ciudad, pero no creo que le escriba, que lo poco agrada y lo mucho cansa.
Hoy ha amanecido nublado y ha seguido nublado todo el punetero dia. Y como estaba fijona con el Golden Gate, pues para alla que me he ido como un toro. Y este toro que es del Mediterraneo y no conoce las corrientes heladas que azontan la bahia de San Francisco, pues se ha quedado congeladito! Lo bueno, que he presenciado la niebla y como esta no te dejaba ver ni el final del puente ni la parte de arriba, que tambien tiene su aquel. Me lo he hecho andando, con la musica del ipod a toda cana y cantando a grito pelado, que con el viento y el ruido de los coches era imposible que nadie me oyera. La vuelta ha sido algo menos embriagadora, que el viento daba mas fuerte y mis pies andaban mas despacio. Aun asi me han quedado fuerza y ganas para fumarme un piti mirando el puente.
Luego el regreso a casa... Y ahora calentita que estoy en la gloria...
Un consejo... hay que viajar solo alguna vez en la vida.

viernes, 27 de julio de 2007

PUNTOS DE INFLEXIÓN INVISIBLES

Cuando era pequeña nunca entendí esas cosas que hablaban los mayores conmigo como si fuera adulta. Quizá me metía de soslayo en conversaciones que no me correspondían y me convertía en testigo de piedra, y en un momento dado, alguno hacía alusión a mi insignificante existencia en esa conversación diciendo, ya lo entenderás cuando seas mayor, y realmente la frase tenía su aquel porque en ese momento yo no entendía ni jota, así que me tuve que conformar con el futuro y con esa promesa de que lo entendería cuando fuera mayor. Tampoco me quitó el sueño esa incógnita por despejar a lo largo de los años, pero poco a poco fue viendo la luz aquella "X". No me extraña que no me lo quisieran explicar, si es que al final los niños tiene que hacer cosas de niños y cuando sean mayores, harán cosas de mayores.

Otro hecho que se me quedó grabado a fuego fue una conversación que mantuve en mi niñez con un adulto. No sé en qué traería causa ni a dónde nos llevó, pero me dijo, "a ver si te vas a creer que yo siempre he tenido esta edad, que yo también he sido niña". Buf... El comentario me dejó huella y lo sigo recordando. Ahí fui consciente de que yo no era el centro del universo, que mi vida era mi eje, pero que antes hubo más, y que las fotos en blanco y negro plasmaron una realidad, la vida de otras personas en las que yo no formé parte en aquel entonces. No lo descubrí en aquel momento, pero ahora sé que a partir de ese momento vi la vida desde otra perspectiva, aunque siguiera siendo una niña, quizá fui algo menos repipi.

Con los años y poco a poco he ido dando cuenta de aquellas conversaciones y encontrándolas un sentido arrollador, y cuanto más tiempo pasa, más cristalina es la respuesta. Ellos, todos los adultos, se referían a la experiencia, y aunque seguro que en algún momento lo dijeron, jamás hubiéramos alcanzado a entenderlo. Claro, que es normal, que nuestra experiencia era saber cómo te sentías después de haber dado cuatro carreras, el asco que te producía comer puré de verduras, el coñazo que suponía ducharte cuando lo divertido era bañarte con todos los juguetes y el enfado que te cogías cuando llegaba el buen tiempo y te tenías que meter en la cama cuando todavía era de día. Esas vivencias eran las únicas que podías extrapolar, y eran tan insignificantes, que lo mejor que podías pensar era que ya te querías hacer mayor, o mucho más fácil, reivindicar que ya eras mayor.

Sin darte cuenta las piezas se van engranando y cada vez tienes una visión más amplia de muchos temas, de la vida. Empiezas a tener capacidad para comparar las situaciones, para rectificar errores, para disfrutar más de todo lo que te rodea. Puedes mirar hacia atrás y acordarte de lo que hiciste hace una año, dos... cinco... nueve... veinte...

Y llega el ansiado fin de semana y el objetivo es muy distinto al de hace diez años. De primeras, el viernes no se es persona. La paliza de toda la semana hace que llegues a casa y sólo pienses en descansar. La opción de salir se da pero hay pocas fuerzas, con lo que si el plan no es muy llamativo, la estancia en el hogar gana muchos puntos, por no decir que parte con una clarísima ventaja todos los santos viernes.

El sábado ya es otra cosa. Se aprovecha más. Hay que añadir que el concepto de fin de semana ha variado bastante. La fiebre del sábado noche se da una vez entre muchas (mentiría si dijera entre un millón), y el caballo ganador es cenar en un buen restaurante y a lo sumo disfrutar del sabor agrio de un gintonic de sobremesa.

Quedó a años luz el Vips, el Gino's y hace tiempo que dimos la bienvenida a los buenos vinos, el saborear un plato nuevo con una buena compañía. ¿Alguien con treinta y tantos lo cambiaría por un bar de copas de música alta y una probabilidad imperiosa de garrafón?

Si el modus operandi es muy diferente, no digamos las conversaciones, pero eso es otra historia.

Disfrutemos del fin de semana entonces...

domingo, 15 de julio de 2007

LA IMPOSTORA AUTORIZADA

Un fin de semana en la playa reconforta al más "pintao". Y yo, no voy a ser menos. He disfrutado con mis amigas de dos días viendo el mar y dedicándome a otros quehaceres ociosos.

Estos días de relax cerca del mar eran debidos a la despedida de la forense chiclanera, ya exforense de este municipio, que esta semana que entra pertenece a Toledo y vivirá en los Madriles. Para allá fuimos cinco a su despedida modalidad barbacoa, que aunque nosotras no teníamos que despedirla si no recibirla, nos unimos a la fiesta. Pero hay que decir que es complicado recibir a alguien que nunca se ha ido.

La barbacoa fue ayer, y en teoría era la única protagonista, como tantas veces lo fue antaño, pero un premio le robó parte de su noche estrella, o por lo menos para dos de nosotras. A las diez teníamos cita en Conil. Íbamos a recoger un premio al mejor corto de animación en nombre de Nico.

Algunos de vosotros sabréis que Nico ganó un Goya el año pasado con su corto "Tadeo Jones". Qué ilusión me hizo. Fue una sorpresa muy grata. Cuando lo vi con el premio no me lo podía creer. En ese momento me pasó por la cabeza todos los años, momentos y amistades que teníamos en común. Y un poco de pena por haber perdido el contacto, pero es un contacto que aunque parezca perdido, no es así, es como montar en bicicleta, nunca se olvida. Por supuesto que mi llamada de enhorabuena fue una de las miles que recibió. Quedamos cuando pasó un poco el "efecto Goya" y hablamos de mantener un contacto más asiduo, pero no ha sido así. Tampoco me preocupa aunque me gustaría hacerlo. Forma parte de un grupo de amigos a los que veo menos que de año en año. Él, junto con Fernando, Miguel, Guillermo y Antonio (gracias) forman parte de mi pasado, aunque siempre vuelven a aparecer. Nuestra relación es de bicicleta. Y la verdad es que si no puede ser de otra forma porque nuestras vidas juegan a no cruzarse, estoy contenta de tenerlos como "amigos bicicleta".

Si Tadeo Jones fue un éxito y le abrió muchas puertas que espero no se hayan cerrado, Tadeo Jones II no puede ser menos. Y el fruto parece que empieza a florecer. Nico tenía que recoger un premio en Alicante y otro en Conil. Obvio es que no se podía dividir, con lo que una conexión de llamadas y casualidades me hizo ser la embajadora de Tadeo Jones II en Conil.

Llegamos sobre las diez menos cuarto y estuvimos haciendo tiempo. El evento empezó sobre las diez y cuarto. Era al aire libre en el centro del pueblo y aunque Conil era un hormiguero de gente que rebosaba vacaciones, el aforo no era multitudinario. Hablamos con los responsables del festival y nos sentamos en las sillas de los premiados. Todo estaba montado como un cine de verano, y tenía su gracia, aunque lejos... lejos de los Goya, pero a mí me daba igual, que ya sé que nunca me va a pedir que recoja un Goya en su nombre, así que aunque fuera su premio, era mi momento.

Empezaron a dar los premios y Pavón estaba preparada con la cámara para inmortalizar el momento. Y llegó el punto álgido para Tadeo y para mí. Dijeron que el premio para el mejor corto de animación era para Tadeo Jones II y que recogía el premio María Negri. Y allí que subí al estrado. Di dos besos a la concejala de turno que me dio una réplica de una torre que hay en Conil (soy lo peor... no me acuerdo del nombre). Y me encontré delante de un micrófono hablando para un grupo de desconocidos. Repetí con mis palabras lo que Nico me había dicho y añadí alguna comentario de mi cosecha: di las gracias en su nombre y en los de las otras siete personas que había hecho posible el corto, en el que habían invertido catorce meses y habían sido capaces de hacerlo a pesar del bajo presupuesto porque el motor había sido la ilusión. Lo que dije como embajadora fue informar o recordar a los asistentes que Tadeo Jones había ganado un Goya y que esperaba que la segunda parte llegara más lejos. Quizá tenía que haber dicho que era "amigo bicicleta", pero habría sido un poco largo explicarlo y me habría desviado del protagonista, el corto.

Qué tonta que me puse un poco nerviosa, pero disfruté. Bajé de los altares y nos pusimos a ver las fotos, que si hubieran salido, habría colgado en esta entrada, pero un fallo de flash nos impidió inmortalizar aquel momento.

Los años pasan y es muy grato ver que los sueños de Nico se han hecho realidad. Enhorabuena y gracias por haberme dejado compartirlo contigo.

jueves, 12 de julio de 2007

A2-AEROPUERTO

Es inevitable relacionar situaciones y personas con buenas y malas sensaciones. ¿Y con qué puedo relacionar una carretera? Con viajar. Y si encima es la A2, no me queda otra que se me venga a la mente viajar lejos, lejos de verdad.

Hasta hace tres semanas, cuando cogía la A2 era un sentimiento embriagador. La A2 era viaje de placer, era desconectar, era cambiar el chip, era reír, era fantástico. Y qué curioso que una carretera con tantas connotaciones positivas sea la que me lleve ahora al trabajo.

Todos los días veo aviones. Qué tontería que me impresione algo así, parece de niño pequeño, y es inevitable que se venga la típica imagen de un adulto señalando a un avión y un pequeño retoño con la boca abierta. Pero esos aviones son diminutos y se ven a la lejanía. Yo hablo de aviones que se ven cerca, que despegan o aterrizan. Esa inmensa amalgama de metal que consigue volar. Y no puedo evitar mirarlos y pensar de dónde vendrán o a dónde irán. Todos los días los veo y me gusta, me encanta. Un nuevo trabajo, un nuevo camino.

Claro, que la A2 también tiene sus cosillas, que los aviones van por el cielo, pero los coches van por la carretera y los atascos son infernales. Ilusa de mí, que pensaba que iba a ir en contra del tráfico, y en teoría así es, pero parece ser que somos muchos los que trabajamos en polígonos industriales antes de llegar a Guadalajara. Menos mal que tengo la R2.

¿Y las connotaciones de un polígono industrial en Guadalajara? Negativas, pero hay que aceptar los cambios, que muchas veces tenemos prejuicios tontos. Mucho mejor un polígono industrial a medio construir nada glamouroso que estar en el centro financiero de mis Madriles en un sitio que es un caspón.

Por aquello de empezar con buen pie y manteniendo un espacio privado, desayuno todos los días en una cafetería un poco alejada de mi trabajo, pero dentro del polígono. Está al lado de un taller de coches, bueno, ese es mi concepto, pero me da la sensación de que sólo cambian ruedas. El taller es bastante grande, e incluso tiene un acceso directo a la cafetería, por lo que hay un trato muy directo y el señor de la barra parece uno más, pero en vez de cambiar ruedas, pone cafés.

La primera vez que entré fue el día que fui a la entrevista (necesitaba matar una hora con cafés, pitis y chicles para disimular). La vez siguiente fue para la segunda entrevista e hice la misma operación. La tercera vez fue mi primer día de trabajo, que por miedo a llegar tarde, como no, llegué excesivamente pronto e hice lo propio otra vez. La cuarta, quinta... decidí hacerlo por el buen resultado obtenido. ¿Y por qué no? Será mi bar.

El perfil que acude a mi bar secreto es bastante peculiar. Nada más lejano que el "cutreyupi" que nos podemos encontrar en Castellana, pero también tienen su aquel. Son hombres curtidos, curtidos, eso, en el término más amplio de la palabra. Muchos funcionan con carajillo a las ocho de la mañana, y no sé por qué, pero la verdad es que no me sorprende.

Al cuarto día que llegué, di los buenos días, y sin mediar más palabras con mi interlocutor, me puso un café con leche y un vaso de agua, y desde entones, son las únicas palabras que intercambio con él, junto con las gracias y el hasta luego del final, que el precio es un euro y tampoco se lo pregunto. Se llama Cipri. Es un hombre que me recuerda a Alfredo Landa pero con gafas. Tiene cara de buena persona y me imagino que con más cafés y más días, sabré más de él.

Esta semana he llegado antes, sobre las ocho menos diez. A esa hora el bar está petado de hombres con edades diferentes, hasta hay un niño (debe ser el hijo de la cocinera que ha terminado el cole... se aburre bastante). Todos dispuestos a que den las ocho para ver los encierros, y claro, yo, con ellos. Inconscientemente, formamos un equipo; todos pendientes de la tele, aunque yo miro de refilón la tele por no montar un numerito si pilla un toro a alguien, que para eso soy muy exagerada y no me puedo controlar. Joder! Que grito y no lo puedo evitar, pero claro, tengo que mantener la compostura.

Soy diferente, pero cada vez me observan menos. Tenemos algo en común, desayunamos todos los días en el mismo sitio.

Terminado mi café, mi vaso de agua y mis dos pitis (a veces intento que sea uno, pero no lo suelo conseguir), me dirijo a la oficina, una nave de dos plantas. Comienza mi día. Uno más de muchos.

miércoles, 20 de junio de 2007

GRACIAS

Madrid, del 20 de noviembre de 2002 a 20 de junio de 2007


Por lo malos y por los buenos momentos, porque de todo se aprende...

Por los buenos días con una sonrisa, por dar las gracias, por decir “Jesús” al estornudar, por las miradas y palabras de complicidad, por conseguir hacer más llevadero un lunes. Por la falsa calma, por estar alerta, por el desarrollo profesional, por el silencio, por los kilómetros recorridos, por los errores, por esas sensaciones de exprimir el cerebro. Por las comidas en las fuentes con sus risas y sus ángeles, con sus bichitos en las ensaladas, sus payés y sus cuzcos. Por las conversaciones secretas en la máquina de café, por los pitis clandestinos, por las vacaciones obligadas, por conseguir averiguar involuntariamente lo que se dice aunque no escuche la conversación. Por expresiones que voy a dejar de oír como “te lo voy a explicar con manzanas”, “aguárdate un poquito más”, “¿es la hora?”, “¿te quedas a comer?”, “si nos toca, no subimos”, “el Estado es terrorista!”. Por no mostrar todo, por mostrarlo casi todo; por sonreír cuando no hay ganas, por dominar la situación, por los malos entendidos. Por el hastío, la desidia, la desgana, la mala educación, los gritos.... Por el humor ácido, el humor negro, por el humor... sin más. Por las cenas de Navidad, por los cumpleaños, por las comidas en días festivos en casa de Carlos en los que hacíamos confesiones confesables. Por madrugar, por ser puntual, por salir tarde, por las cañas. Por los mails. Por regar a las 14:00 de los viernes, por las estampidas a las 14:30. Por los sentimientos viscerales, por los racionales, por vuestros sentimientos, por los míos. Por ser una familia sin serlo.

Por dejarme descubrir que soy una escritora aficionada.

María.
María Belén.
Meri.

Todas, yo.

sábado, 16 de junio de 2007

YA.

Tantos olvidos después de tantos viajes ha hecho que mi madre sólo me pida que cuando llegue al destino que sea, por favor, le ponga "ya" en un mensaje, porque significa que he llegado y que todo está bien. Para mí es un esfuerzo mínimo y para ella es una información muy válida que hace que se quede tranquila, con lo que intento tenerlo en mente y mandarlo cuando llego, aunque no siempre lo consigo.

Pero de casta le viene al galgo, porque era una palabra que usaba mucho mi abuela. "Ya", dependiendo de cada contexto podía referirse a cualquier cosa, pero el denominador común era que algo se había realizado, que había finalizado.

Llevo tiempo queriendo decir "ya", pero parecía que nunca llegaba el momento. Quería cambiar de trabajo pero yo pensaba que todos los astros estaban en mi contra, y cuanto más lo deseaba, más inalcanzable me parecía. Era una pesadilla en la que corría por un pasillo estrecho y oscuro que nunca tenía fin, era como si estuviera encima de una cinta en marcha y las paredes no se movieran, por lo que la distancia siempre era la misma; a veces veía luz al final pero a veces no, a veces me cansaba y me sentaba, a veces me enfadaba con el universo entero y maldecía mi situación, a veces me daba igual la luz, a veces me daba miedo la luz. Cinco años de "a veces" casi acaban conmigo, pero si hay algo de lo que, medianamente, pueda presumir, es de mi constancia, y aunque perdí el aliento en muchas ocasiones, casi siempre mantuve el rumbo fijo.

Esta carrera de fondo se ha hecho más intensa, más dinámica y más factible en este último año porque he conseguido mirar el lado positivo de cada entrevista en la que yo sabía que no me iban a volver a llamar porque no cumplía el perfil que buscaban, porque me salía algún comentario por la boca que no sabía de dónde provenía, porque no veía claro el trabajo a desempeñar, porque la empresa no me gustaba. Toda experiencia es válida para cualquier cosa, y en las entrevistas conseguí aprender a saber decir lo que mi interlocutor quería escuchar sin dejar de ser yo.

Hace ya ocho días que lo sé. Siempre pensé que llegado este momento iba a hacerlo tan público y tan notorio que casi pondría un anuncio en el periódico. Que enloquecería y llamaría y se lo contaría a todo el mundo. Pero no ha sido así. Me imagino que era algo que esperaba y sabía que antes o después ocurriría, aunque no me voy a hacer tampoco mucho la durita, que el fin de semana pasado me lo pasé flotando por mi casa y por la calle. También pensé que haría un corte de mangas a toda la gente de la oficina, pero qué curioso, cuando las cosas se ven con otra perspectiva, cuando ya sabes que tu sitio no está ahí, ya no te importa nada, incluso te da un poco de pena dejar las costumbres de cinco años.

Voy a echar de menos muchísimas personas y situaciones pero me adaptaré al cambio. Quizá ahora ellos sean conscientes de lo que han perdido porque mi hueco se queda y aunque acaben poniendo alguien en mi puesto, mi ausencia seguirá ahí, porque el trabajo puede hacerlo otra persona peor o mejor pero las personas somos irreemplazables. También es cierto que a todo se acostumbra uno y que si se superan la pérdida de los seres queridos, ellos no van a estar en la oficina cual plañideras, pero no me refiero a eso, hablo de los recuerdos. Sé que tendrán buenos recuerdos. Y los míos no son todos buenos, pero están canalizados en la realización de aspectos positivos. La perspectiva, la perspectiva... me hace no ser capaz de plasmar estos cinco años de con etapas de sufrimiento, de lágrimas, de noches sin dormir, de ataques de ansiedad, de sentir que me faltaba el aire, de mi autoestima destrozada, de la incomprensión de mis superiores, de la guerra psicológica de la que formé parte. Pero ya no maldigo a nadie. Quizá hubiera sido más cómodo estar entre algodones y eso, estoy segura que me habría llevado a asentarme y a valorar más la posición adquirida que mi carrera profesional. Con lo que no es que esté contenta de todo lo que he vivido, pero ya que está, pues vamos a aprovecharlo.

Las liebres son liebres... y las tortugas, tortugas. Yo siempre había querido ser liebre pero he aceptado que soy tortuga. Y la clave es no pensar que es una limitación, si no que es valorar que todos somos diferentes y que todo tiene su lado positivo, que no vale la pena vivir comparándote con el de al lado, que hay que disfrutar lo que te da la vida y lo que le ganas a la vida.

martes, 29 de mayo de 2007

ALGUNAS DE NOSOTRAS Y LONDRES DE ESCENARIO

Cumplir años siempre es bueno. Es un día especial obligado y a mí me encanta. No sé si llegará el día en el que oculte mis años, pero por ahora no me importa nada.

Y qué mejor forma de hacer un día especial más único haciendo algo diferente. Me fui a pasar el fin de semana a Londres con unas amigas. Parecía que la protagonista iba a ser la ciudad, con sus calles, su Támesis, su Big Ben, su lluvia, sus torres, su Buckingham Palace, su guardia real, su underground, sus pounds, sus autobuses, sus cabinas de teléfono, su Hyde Park, su Lady Di...; pero no, los personajes centrales de esta historia somos nosotras.

Viaje organizado tiempo atrás por cuatro amigas y yo, al que se unieron la hermana de una de ellas con otra amiga. Total, siete en London.

Cuatro de nosotras llegamos el viernes por la noche, y ya apuntábamos maneras... Resulta que íbamos advertidas de que en el avión se podía comprar el ticket del tren exprés que nos llevaría al centro de la ciudad, y desde allí podernos mover en metro, pero como estábamos un poco enarboladas, pues ni nos enteramos cuando pasaron las azafatas vendiéndolos. Todo hay que decir que no fue demasiado trastorno el comprarlos luego en taquilla, lo que ya sí que marcó el inicio de nuestro pasar por la vida de despistadas fue el pagar un billete exprés y montarnos en un tren que hacía paradas. Y a pesar de que sabíamos que iba directo (por lo menos yo) y ver que paraba, tampoco le dimos demasiada importancia; realmente estábamos un poco inquietas porque el sitio donde nos sentamos ponía first class, y sabíamos que cuando llegara el revisor, nos iba a echar. Y la sorpresa nos la llevamos, sí, pero cuando nos enteramos de que habíamos pagado por exprés e íbamos en uno normalito. Pero lo peor fue cuando al salir, en vez de apiadarse de nuestra ignorancia y dejarnos olvidar aquel episodio tonto, nos dijeron que para salir teníamos que comprar el barato y luego intentar que nos devolvieran el exprés. Total, que sin haber hecho absolutamente nada ya nos habíamos gastado más de cincuenta euros.

El sábado nos levantamos prontito, aunque no conseguimos arrancar a una hora proporcional a nuestras intenciones por problemas varios que ralentizaron todo. Decidí no mirar la hora porque sabía que cada minuto perdido se me iba a clavar en mi mente a fuego y luego podría tener repercusiones negativas en mi actitud. El caso es que es algo que normalmente no puedo controlar, pero sí que pude, así que fue muy bienvenido por mi parte, claro, que el resto no sé si se dio cuenta.

Otra cosa que me sorprendió es que pasamos al lado de Big Ben, que me hacía mucha ilusión ver, ¡y no me di cuenta! ¿En qué estaría yo pensando? ¡No lo sé! Menos mal que fue en un espacio breve de tiempo cuando volví a enfatizar sobre mi interés y fue cuando me dijeron, ¿estás de coña? ¡Si lo hemos visto hace un rato! ¡Y hasta habían hecho fotos!

Nos acercamos al Buckingham Palace y ya nos fuimos de compras después de comer algo. Oxford Street tampoco era especialmente llamativa, era como una Gran Vía pero con menos encanto. A ellas les parecía lo mismo hasta que pasamos por Boots. Tengo que decir que enloquecieron, pero de verdad, aunque fuera transitoriamente. Es una cadena de cosméticos o algo así. Vivimos una situación en el que yo fui consciente de aquella nube a la que se subieron. En su retina, en vez de aparecer el símbolo del dólar como en los dibujos animados, eran cremas lo que tenían, cremas y más cremas. Yo me dediqué a entrar y salir para hacer tiempo. Y cada vez que volvía a entrar, tenían más cremas entre sus manos: una limpiadora, hidratante de día, de noche, contorno de ojos y mil cosas que desconozco. Cuando parecía que estaba todo más o menos claro, se dieron cuenta que había un 3 por 2, así que se pusieron a estructurar sus cremas otra vez. Agotador, agotador... Más de una hora dentro de Boots. Aquello me pareció increíble. Pero más increíble era la raíz del interés por esa cadena de tiendas. Resulta que había una crema milagrosa que era la que iban buscando pero estaba agotada. Por lo visto, la reponían por la mañana y se acababa en un abrir y cerrar de ojos.

Parecía que el episodio "cremil" había finalizado, pero no, pasamos por otra tienda de la misma cadena y ahí fue Belén de avanzadilla para ver si había el producto milagroso. Salió con tensión en la cara y los ojos bien abiertos y dijo: Nos venden una para cada una. Y a mí, que me dan igual esas cosas, pensé, bueno, la compraré, si es milagrosa... El caso es que cuando llegamos ya no quedaban para todas. Sólo había dos, una se la quedó directamente la que conocía aquel mejunje y la otra se sorteó. Me salí fuera y no me enteré muy bien de aquello, y cuando volví me habían excluido del sorteo, pero me quedé con el premio de consolación, una muestra de la crema milagrosa con un pack de productos de belleza que creo que voy a devolver porque no lo valoro y la que me lo cedió, sí.

El diluvio universal nos llevó en el Covert Garden, y como pasó en el Boots, aquí había una tienda en la que yo me sumé a la enajenación. A mí las cremas me dan igual, pero los cosas que no sirven para nada de colores llamativos, me vuelven loca. Hombre, que no sirvan para nada es una exageración, me refiero a que son cosas que no necesito, como por ejemplo un bolso de charol con forma de regadera, un mechero con forma de pez y un cenicero de colores.

Con esto, había entrado al club de las compradoras compulsivas. Y no es que me tuvieran que dar la bienvenida ni nada por el estilo. Todas sabíamos que era cuestión de tiempo el que yo comprara... Tiempo... Tiempo... Cuánto implica.

Por la noche quedamos a cenar con oriundos del lugar, pero no me voy a poner a explicar la conexión, que la había. Los ingleses son de otra pasta, pero si nos ponemos a pensar, cada país tiene su cultura y siempre choca ver cosas diferentes. Es gente correcta elevado a la enésima potencia, son extremadamente educados; pero a parte de sus formas, allí es muy importante el acento. Es algo que aquí no tomamos en cuenta excepto para distinguir de qué zona de España es una persona, aunque tengo que decir que si el acento es muy cerrado, sí que puede demostrar una clase cultural más baja. Allí, el acento inglés perfecto quiere decir educación exquisita en colegio de pago.

La noche no dio mucho más, que el cuerpo no es de goma, y diecisiete horas de turista militante no es fácil de aguantar ni para nosotras, ni aunque nos hubieran puesto más tiendas de cremas, de accesorios y de ropa, creo que no habríamos podido... pero no estoy muy segura.

El domingo era nuestro último día, así que nos fuimos a Spitafield Market a gastar más pounds, y la verdad es que para eso tenemos buena habilidad. Allí nos mimetizamos de tal forma que a todas nos gustaban las mismas cosas, y acabamos comprando casi todo igual.

Y a partir de ahí, creo que las compras nos absorbieron la inteligencia de la que presumimos como mujeres del siglo XXI que somos. Decidimos qué hacer hasta la hora que salía nuestro vuelo y calculamos el tiempo que tardaríamos en llegar al aeropuerto y el que debíamos permanecer allí. Quedábamos cuatro, las cuatro que habíamos venido en el mismo vuelo, las cuatro del billete exprés. No sé muy bien qué pasó pero nuestros cálculos fueron nefastos. Y vale que una se despiste, dos... tres... pero las cuatro!!!! Y oye, que nada, y nada "renada"! Nuestro planning fue realmente lamentable.

Comimos algo rápido y decidimos ir al Soho. Por supuesto, no sin antes entrar en alguna tienda. Ya en este punto éramos más conscientes de que no nos podíamos eternizar en ellas, pero aún así, hicimos más de una parada técnica con sus correspondientes compras. Acabamos tomándonos un café en un starbucks que encima tampoco nos apetecía especialmente. Salimos y yo decidí comprar una bolsa que ya se habían comprado Milita y Laurix. Pregunté que si teníamos tiempo (la verdad es que podía haber hecho la pertinente comprobación, pero creo que inconscientemente me resultaba más cómodo hacer una pregunta retórica).

De vuelta al hotel para coger las maletas nos empezamos a dar cuenta por un momento de lucidez de Laurix de que íbamos a perder el avión. Pero yo, la verdad, es que todavía no lo veía claro, aunque no tardamos mucho en ver la nitidez con la que apuntaba nuestro inminente desastre de organización. A pesar de la tensión, estuvimos decidiendo a qué ciudad europea iríamos a hacer nuestras próximas compras y de paso, hacer un poquito de turismo (jijijijijiji). Barajamos Edimburgo, Amsterdam o Roma para el otoño.

Ya en el tren que nos llevaba a Gatwick no nos salían las cuentas "minuteras" ni a tiros. El cuarto de hora que tardó en salir nuestro tren exprés fue letal para nosotros y el tiempo de retraso que este vehículo tiene los domingos parecía haber rematado la faena. Aún así corrimos, corrimos con bolsas, maletas y risa nerviosa entre la gente hasta que llegamos a los mostradores de easyjet. Y dentro de nuestra desesperación, todavía tuvimos tiempo de buscar un mostrador en el que estuviera un hombre, por aquello de que nos parecía más fácil que pasara por alto nuestro retraso. Nos salió el tiro por la culata. Nos dijo: the flight is closed. No nos dimos por vencidas, y cambiamos de mostrador y de táctica, nos pusimos como una mujer que resultó estar un poco empanada y nos dio falsas esperanzas para luego decirnos lo mismo. Lo volvimos a intentar por tercera vez, por aquello de confiar en el refrán que para nuestra desgracia, no se cumplió.

Se nos acabaron las risas y empezamos a vislumbrar la dimensión de nuestra cagada. Durante dos horas o más, estuvimos debatiendo qué coño hacíamos y alguna hasta entró en barrena y se le saltaron las lágrimas.

La opción ganadora fue irnos en el primer vuelo de la mañana (por la noche ya no había más) y buscamos un hotel para pernoctar cerca del aeropuerto. Nuestro despiste no nos salió excesivamente caro, pero la sensación de incompetentes, no nos la podíamos quitar.

Pelillos a la mar, decidimos comprar la cena en el aeropuerto para comérnosla en el hotel, que sabíamos que por el precio, no nos ofertarían demasiado. Y efectivamente, así fue. Un especie de casa a siete minutos en coche del aeropuerto, en la que debajo del nombre del hotel había cinco rombos a modo de estrellas que no sé muy bien qué significaba porque puticlub de categoría no era y hotel glamouroso, tampoco.

La habitación era de esas en las que prefieres no ducharte porque para elegir entre la mierda de los demás y la tuya, indudablemente, te quedas con la tuya. Teníamos hambre y había que montar el picnic y aunque no se podía comer en las habitaciones, nos dio igual. Lo hicimos en la cama de matrimonio, que las dos literas no eran demasiado apropiadas. Utilizamos dos toallas de mantel y ahí que nos pusimos a comer. Habían comprado en Madrid unos platos de cartón de estos de happy birthday, y qué momento fue aquel... Volvimos a celebrar el cumpleaños y nos dio igual haber perdido el avión, nos reímos de nuestra incompetencia y nos hicimos unas fotos para no olvidar el momento aunque creo permanecerá en nuestra retina.

Al día siguiente sólo teníamos que pasar nuestros cuerpos serranos por los controles, porque el día anterior habíamos facturado. Como teníamos tiempo, nos tomamos el desayuno en una cafetería de la terminal hasta que una se acercó a las pantallas y vio que en nuestro vuelo ponía closing gate. Me da ya vergüenza contarlo, pero tardamos un rato en procesar la información hasta que decidimos levantarnos con el desayuno puesto y buscar nuestra gate. Fue como si estuviéramos calentando... empezamos andando rápido hasta que nos pusimos a correr, claro. Nos potenciábamos y transmitíamos el miedo a perder el avión y conforme íbamos corriendo nos íbamos despojando de nuestro desayuno: primero el café, luego los cereales con leche mientras que se oían comentarios de... ¡No podemos perder otro avión! ¡No nos puede estar pasando esto! Y cuando llegamos a nuestra puñetera gate, ni siquiera estaban embarcando los pasajeros. Lo primero que se nos vino a la cabeza fue todo aquello que habíamos tirado en la carrera. También tuvimos la vivencia de poder haber perdido otro avión y aquello ya no hubiera tenido nombre ni hubiera sido gracioso.

Cuántas veces hemos pensado que determinadas cosas no nos ocurrirían jamás, pues ocurren, claro que ocurren. La celebración gitana de mis 34 no la olvidaremos en la vida.

viernes, 25 de mayo de 2007

PARCHÍS CHIS CHIS

Veinticinco de mayo de mil novecientos setenta y tres. Ya van treinta y cuatro primaveras, y las que quedan...

Una felicitación con un video de youtube (http://www.youtube.com/watch?v=l_yjdPPQFI0) me ha hecho ver los años que han pasado: Parchís, Enrique y Ana, la abeja Maya, la Masa, David el gnomo, Heidi, Marco, Comando G; las Nacys, las Barriguitas, los geyperman; jugar a la goma, a la comba, al rescate, al fútbol, a las chapas, a las canicas; correr sin pensar en el esfuerzo, no decir palabrotas, no pensar en el sexo, creer en los Reyes Magos (porque en nuestra época existieron de verdad). Y lo disfrutamos todo, pero bien "requetebien", hasta el cine de las sábanas blancas, hasta cuando nos metían en la cama cuando todavía era de día, hasta cuando no nos dejaban hacer lo que queríamos... Fuimos niños felices y ahora adultos felices, que todo continúa.

Los cumples son especiales, por lo menos a mí me lo parecen.

Gracias a todos los que os habéis acordado de mí.

miércoles, 16 de mayo de 2007

R.I.P.

A partir de ahora mandarás mails a mi espíritu, si me quieres contestar, claro... que no sé de ti desde tiempos inmemoriales. ¿Tú estás fiambre también, no? ¡Qué movida más tocha! ¿Y qué te pasó a ti? Porque yo morí de una forma muy tonta.

Verás, me fui al zoo, que hacía 1.500 años que no iba. Decidí celebrar con todos los animalitos que me había independizado, y a mí, que siempre me han apasionado los hipopótamos, pues no pude evitar la llamada de la selva, y por un momento pensé que me había convertido en una hipopótama con una cancán rosa y que era ágil como una pluma, así que levité por encima de la valla! Luego no me acuerdo de mucho más, pero San Pedro me dijo que me había pisado la inmensidad del bicho... (ya no me gustan tanto los hipopótamos).


Sorprendido, ¿eh? Sí, sí, el mismito San Pedro estaba allí esperándome con las llaves. Y más sorprendido, ¿eh? ¡Que lo sé! Que pensabas que iba a ir al infierno, pues no, que en vida fui una persona de categoría y por eso me estaba esperando San Pedro (me he enterado que si has hecho la puñeta al prójimo te va a buscar Judas, y por lo visto impresiona mucho....).

Te preguntarás como sé lo tuyo, pues ya sabes, que esto es igual que aquello, y que me lo contó San Pedro, pero no me quiso decir más; así que estoy con toda la intriga.

¿Qué tal tu nube? La mía es fantástica. Estoy en la Avenida del Sol de Primavera. Oye, y yo sufriendo en vida y cruzando los dedos para que me tocara una vivienda en alquiler con opción de compra en Parla, y resulta que aquí te la dan gratis, amueblada y nueva.

Aunque me estoy dando cuenta de que a lo mejor tú no tienes nube... Es que... Creo recordar que me dijo San Pedro que el más allá es como te lo imaginabas cuando eras pequeño, y qué tío, que yo la primera vez que monté en avión busqué a Dios entre las nubes y el mangarrán se acordaba. Así que mi casita es una nube, pero me encanta (¡toda mullidita y no se mancha!). Como no me imaginé nada más (menos mal) tengo todo de última tecnología, porque me contó mi vecina que un amigo suyo se imaginaba todo muy arcaico y por lo visto su casa es una reproducción exacta de las Cuevas de Altamira, y pasa un frío del diablo (tiene la humedad en los huesos todo el día).

Bueno, cuando quieras quedamos y nos tomamos un café celestial.

Besos desde el otro barrio, tu barrio.

Lucía.

lunes, 7 de mayo de 2007

MAREA NARANJA


El deporte nunca me ha apasionado especialmente. Recuerdo en el instituto cuando teníamos que hacer la prueba de los doce minutos. Consistía en correr esos minutillos insignificantes y hacer mejor marca que el año anterior. Pero eso no me lo dijeron el primer año, así que cuando corrí, me dejé el higadillo... Y como consecuencia, me lo tuve que dejar en los años posteriores para superar mi irrisoria marca, que era requisito indispensable para aprobar. La sensación era muy desagradable: sentías como se te abrían los pulmones, las piernas te flojeaban y no podía más, pero literal. Una vez que el profesor te decía que ya había pasado el maléfico tiempo, caía rendida sin poderme mover. Él siempre decía que no paráramos y yo pensaba, sí, claro, si tuvieras tú mi malestar, ya veríamos qué hacías. Pero es que por aquel entonces no entraba en mi cabeza el concepto de entrenar, y aunque él intentaba durante todo el año que corriéramos en clase veinte minutos, en el momento que se despistaba, parábamos. Es como si nuestro cerebro no conectara el beneficio de entrenar con el resultado de la prueba.

Y así terminé tercero de B.U.P. e igual que otras afirmaciones tajantes y absurdas que tomé como consecuencia de la juventud, ahí me juré que no volvería a correr más, que no volvería a tener aquella sensación de no poder más. Pero una vez más la vida te enseña que todo es relativo y depende de color del cristal con que se mire, y que es mucho mejor no creer que existen verdades absolutas porque luego se vuelven contra ti.

Hace unos cuantos años volví a correr y tuve la misma sensación horrible. No sé muy bien qué me llevó a tomar esa decisión, pero debe ser que no estaba muy convencida porque creo que lo hice durante una semana. También es cierto que el entorno hacía mucho, ya que decidí dar vueltas a un campo de futbito, y aquello fue un soberano coñazo que me recordaba a mi odiada prueba.

He tenido aparcado este deporte hasta hace poco más de un mes. Coincidí en Semana Santa con gente que corría. Hablaban de aquello como algo que enganchaba y de sus innumerables beneficios, y yo que en algunas cosas soy un poco rápida en tomar decisiones, esa misma tarde me fui a comprar unas zapatillas, que por lo visto era un requisito indispensable. Hombre... yo ya lo sabía, pero nunca me atreví a tomar la decisión porque para mí, eso de la estética, es importante, y yo no había visto en mi vida unas zapatillas de correr bonitas. Y ahí que me fue a El Corte Inglés y me planté delante de las zapatillas de correr de mujer. Fue un momento un tanto peliagudo para mí porque mi misión era comprarme las menos feas, ya que el temita no daba para más. Y la verdad es que gastarte el dinero en algo que no te gusta, escuece... escuece mucho. Como mi decisión de empezar a correr había sido rápida, tampoco quise pensar mucho la adquisición de mis "zapas chungas de bacala".

Creo recordar que esa misma tarde o a la sumo, al día siguiente, las estrené. Tengo que decir que el entorno ayudó bastante, que estaba en la playa con un día soleado. Corrimos media hora con series de tres-tres, es decir, tres minutos corriendo, tres andando. El resultado fue bastante satisfactorio y me picó el gusanillo. Entonces, cuando llegué a Madrid, lo hice también por el Retiro, y poco a poco fui disminuyendo los minutos andados y aumentando los minutos corridos hasta la semana pasada que salté al vacío y corrí durante tres cuartos de hora. La verdad es que acabé un poco destrozadita, pero lo tenía que hacer, que me había inscrito para la carrera de la mujer que eran cinco kilómetros por el Retiro y me quedaba una semana.

Y llegó el día, y allí estábamos, fui con mi madre, mi hermana y una amiga. Nos enfundamos la camiseta naranja con nuestro dorsal de papel enganchado con alfileres (ya, ya... nada glamouroso) y nos pusimos en la salida, bueno, un poco lejos que éramos once mil quinientas y tampoco teníamos intención de ganar; nuestro lema era lo importante es participar y pasarlo bien. Y eso fue lo que hicimos. Fuimos a un ritmo lento pero constante, con lo que disfrutamos mucho. La gente te animaba y te sentías importante.

El perfil, ni que decir tiene, que era femenino, aunque había algún infiltrado, y el abanico de edades era de lo más amplio, desde bebés en sillas hasta abuelitas, pero abuelitas abuelitas. Fuimos pasando las señales de cada kilómetro recorrido y cada vez que llegábamos a cada punto que indicaba un kilómetro más, había una explosión de alegría. Y tengo que decir, que no se me hizo nada pesada y que como íbamos a un ritmo suave, podría haber corrido más, pero no hacía falta, que ya llegamos a la meta. Levantamos los brazos como si fuéramos ganadoras, porque para nosotras lo éramos. Lejos quedaba ya mi prueba de los doce minutos y mis sensaciones de no poder más.

La pena fue la organización cuando llegamos. Aquello fue tremendo. Éramos como borregos enjaulados entre vallas haciendo cola para recibir nuestro kit de recompensa. Seguro que se podría haber andado perfectamente por nuestras cabezas. Estuvimos esperando mucho tiempo, no sé decir exactamente cuánto porque no llevaba reloj, pero tuvieron que ser como mínimo cuarenta y cinco minutos. La gente se empezaba a poner nerviosa y empezaba a haber empujones. Como no veíamos nada, la marea naranja nos llevó a una parte donde estaban las bolsas en cajas pero sin nadie que las repartiera, así que el lema era "coge tu bolsa y sálvese quien pueda", y así hicimos para conseguir salir de aquel asfixie. Nos comimos un plátano que supo a gloria con una botellita de agua y luego hice algo nada deportista, me fumé un cigarrito que también me supo riquísimo.

La fiesta continuaba y allí estuvimos un rato más haciendo aerobic, pero la ingente masa no te dejaba hacer movimientos amplios como pretendía el animador, así que decidimos irnos a casita a descansar.

En fin, que creo que me he enganchado un poquito. Correré el fin de semana que viene y el siguiente y el siguiente y llegaré a la San Silvestre, que me han contado que es igual de divertida pero con mucha más gente. ¿Os animáis?

viernes, 4 de mayo de 2007

¿NO BEBERÉ DE ESTE AGUA?

Hay recuerdos que permanecen a fuego en nuestra mente, y si lo relaciones con lugares que no cambian, es más intensa la sensación de volver a ellos y sin hacer ningún esfuerzo, puedes revivir el pasado.

Esta sensación tomó fuerza en mí, cuando la semana pasada volví a la parroquia de mi barrio. Traspasé el umbral de la puerta y me quité más de veinte años de un plumazo. De repente se me agolparon los recuerdos en mi mente. Parte de mi infancia se labró dentro de los muros de ese humilde edificio. En aquel entonces, como era una niña, dejé que se desarrollaran los acontecimientos como el que ve una película, sin formar parte de ellos...

Me dejé llevar y tomé la comunión sin saber muy bien qué significaba, aunque eso sí, con la curiosidad que da el ser una niña y pensar a qué sabrá eso que llaman el Cuerpo de Cristo, y encima mojarlo en vino, esa bebida de mayores. Claro, después de semejante hecho, tuve la obligación como buena cristiana de volver a la casa del Señor todos los domingos. La novedad duró poco y enseguida se convirtió en un soberano coñazo. Los domingos se convirtieron en un infierno (bueno, un poquito exagerado); llegaba el terrible día y yo sólo pensaba a qué hora pasaría la tortura, podía ser a las once o a las doce y media. Solía preferir las once, pero claro, había que madrugar. Mi preferencia era debida exclusivamente a que había menos gente y me podía sentar, aunque normalmente no llegaba, así que me comía el marronazo de las doce y media. Creo que ahí di pie a esos primeros momentos dedicados a mí, porque yo llegaba y mis oídos se cerraban y me dedicaba a pensar en lo que había hecho en la semana, lo que tenía que hacer la siguiente. Tampoco recuerdo especialmente que me preocupaba, pero a lo sumo sería un control de matemáticas. Recuerdo aquel cura que me resultaba infumable porque hacía su trabajo de mala gana. Yo, tan pequeña y ya percibía como soltaba el rollo sin especial devoción. Supongo que él pensaría mirando mi cara de desconexión cerebral, que vaya mierda de feligreses tenía.

Parece que mi madre, no contenta con el hecho de obligarme a ir a misa los domingos, pensó que me encantaría ser boy scout. Desde luego, era algo que, de primeras, me llamaba la atención. Con este grupo desconocido para mí hasta entonces tuve la misma sensación que cuando vi a Popeye comer espinacas. Un día me puse tan pesada diciendo que quería espinacas que mi madre me las compró por aburrimiento, y en fin, cuando vi esa cosa verde que no tenía la misma tonalidad y textura que en los dibujos animados, no la quise ni probar; yo pensé ¡¡¡qué asco!!! Estas no son las de Popeye. Creo que me las puso también para merendar y para cenar, pero no lo recuerdo muy bien, aunque estoy segura que no me las comí.

De la misma forma, yo llegué el primer sábado por la tarde a mi grupo de scout, y conforme entré en aquella sala, ya quería salir. Yo no estaba dispuesta a relacionarme con gente nueva, no tenía interés en hacer nuevos amigos. Qué pereza me daba. Aún así, fui obligada a ir un año. Entonces ya tenía dos torturas, las de los sábados por la tarde y la de los domingos por la mañana. Esta segunda terminó justo con el verano, que había que ir a un campamento para conseguir el pañuelo de ranger, y ahí ya me planté y dije que no iba, y por causas que en aquel entonces no me planteé y ahora no alcanzo a entender, no fui obligada, aunque me imagino que a mis padres les daría pena que tan pequeña estuviera sola quince días.

Con los años, conseguí plantarme con mi suplicio de los domingos, y basándome en que mi hermano mayor ya no iba ni mi padre tampoco, dije que a mi no me podía obligar. Pero vamos, que fui durante aproximadamente seis años. Y al poco tiempo utilizaron la misma táctica mis dos hermanos pequeños.

Cerré aquel capítulo de mi vida de un portazo, y juré que jamás volvería a esa parroquia. Pero una de las muchas enseñanzas que me ha dado la vida es no hacer afirmaciones tajantes porque antes o después, se vuelven contra ti. Y después de más de quince años de aquella decisión tajante y unilateral, ayer estaba allí. Esta vez no era para ir a misa ni para ser boy scout, sino otra historia diferente: era para impartir mi primera clase a una gitanilla de veintiséis años analfabeta.

En un principio me ofrecí voluntaria para dar clase a adolescentes sin medios económicos y con problemas varios. Pero el hecho cierto es que desde noviembre no he tenido a ninguno. Y la semana pasada se me ofreció este reto. Y de verdad que es un desafío. ¿Cómo explicar a alguien de qué color es el caballo blanco de Santiago? A primera vista está tirado, sí, sí... tirado. Es complicadísimo. Explicar el concepto de blanco no parece especialmente difícil, pero qué pasa cuando la forma de exponerlo hace que suene a chino al tu interlocutor. Pues a mí me paso algo así con Remedios.

Remedios tiene veintiséis años y una sonrisa pura. Es madre de un niño de dos años y está embarazada del siguiente. Me contó que no sabía ni leer escribir y que cuando iba sola, la escribían en un papel la dirección y ella preguntaba una vez en la zona, dónde estaba la calle. Esta situación la producía mucha vergüenza y estaba dispuesta a quitarse ese lastre. Es de esas personas que a pesar de sus limitaciones sociales, quiere aprender, tiene inquietudes

Nunca se me había dado una situación similar, así que me puse a explicarle las vocales. Tenía de base un libro de primaria en el que junto a la “a” había dibujado un árbol; junto a la “e”, una estrella; junto a la “i”, un indio; junto a la “o”, una oveja; y junto a la “u”, un racimo de uvas (aunque para ella eran uvas).

Le hice una pequeña introducción de lo que eran las vocales y consonantes, aunque luego me di cuenta de que aquello la tuvo que sonar a chino. Conforme iba pasando la hora, era cada vez más consciente del nivel cero del que partíamos. Le dije que se tenía que centrar en la primera sílaba porque, por ejemplo, para ella, la “o” de oveja, la vocal era “ve”. Ella me miraba con los ojos bien abiertos, escuchando cada palabra que decía, pero también me di cuenta de que no tenía ni idea de los que era una sílaba, así que cambié y hacía referencia al comienzo de la palabra.

A los quince minutos de estar con estos primeros dibujos, quise pasar a la página siguiente, por aquello de hacerlo más dinámico y ver otros dibujos. Le pregunté y me dijo que no, que estaba bien con los dibujos de esa página y que si no, se haría más lío. Entonces fue cuando intenté ponerme en su lugar, y me imaginé aprendiendo el alfabeto chino y entendí a la perfección que no quisiera dibujos nuevos, primero tenía que relacionarlos solo con los que ya teníamos.

Estuvo escribiendo las vocales en un cuaderno que me recordó a mi niñez, esos que tenían dos rayas juntitas para que se escribieran las letras entre ellas. De esos que ves ahora y te resulta incómodo el pensar en escribir allí, o incluso si escribieras, harías caso omiso de encajar la altura de las palabras en esas dimensiones, porque tu letra es tu letra. Pero para ella, era perfecto porque así cogía el tamaño de las vocales y las escribía todas del mismo tamaño, aunque alguna se le iba a Burgos. No he visto forma más extraña de hacer la "e", le dije que era una letra muy fácil y se la escribí yo para que la repitiera, pero no hubo manera, así que desistí y pensé, ya tendrá tiempo de mejorarla, no me voy a quedar con el detalle.

Las vocales las hacía muy despacio. Al principio pensé en decirle que la “o” era como el cero, para que se aprendiera un número también, pero se me había olvidado que la “o” cuando la aprendes por primera vez, tiene un rabito hacía arriba que pasa por la parta de arriba de la vocal.

Cuando llevábamos cuarenta minutos tuve la sensación de que la salía humo de la cabeza y le pregunté que si estaba cansada y me dijo que no mientras casi se le salían los ojos de las órbitas, como diciéndome con la mirada lo feliz que era por haberla brindado esta oportunidad. Desde luego, me demostró que tenía muchas ganas de aprender aunque no va a ser tarea fácil. Lo bueno es que enseñar a alguien que está dispuesto a poner todo de su parte a toda costa es muy gratificante, y más cuando has tenido un día de trabajo sin trabajo y sales de la oficina con la sensación de haber perdido el tiempo durante todo el día.

Ella se piensa que yo la estoy haciendo un gran favor, pero de lo que no es consciente es que el favor me lo está haciendo ella a mí también, que yo disfruté ayer más que ella, y que me resultó mucho más provechoso e interesante los sesenta minutos en su compañía que mis ocho horas laborales. Algún día se lo explicaré, aunque creo que va a ser como intentar explicarle de nuevo de qué color es el caballo blanco de Santiago.