domingo, 30 de septiembre de 2007

QUIEREN SER COMO THEO

Treinta y cuatro años. Acento de Plasencia. Futuro padre. Empresario con proyección infinita. Ingeniero de caminos. Trabajador. Tímido. Enigmático. Propietario de un millón de relojes. Dotado del sexto sentido para los negocios. Orgulloso de su nombre. Pegado a su blackberry.

Aunque a primera vista en la descripción no todo puede resultar interesante, como tener acento de Plasencia, va en el pack. Sería un mal menor inapreciable, una gota en el océano. Una gota más gorda sería su nombre completo, que no voy a reproducir aquí porque si lo pusiera y lo buscara alguien en el google, saldría mi blog en primera página.

Es una descripción a grandes pinceladas del administrador único de la empresa en la que trabajo. Quizá podría poner más, pero para mí, es lo más llamativo y lo que he podido apreciar en tres meses que llevo trabajando.

Aparentemente no es más que un empresario brillante, o mejor dicho, muy brillante, que hace cuatro años estaba constituyendo la sociedad matriz, y hoy por hoy, además de tener otras, tiene a más de doscientos trabajadores en nómina.

Hasta ahora podía ser normal dentro de lo extraordinario. Lo que se escapa a mi raciocinio o no soy capaz de ver con el tiempo que llevo, es el efecto que produce en sus empleados, su relación con ellos, conmigo. Todo el mundo quiere ser "su Bubba", todos quieren ser su "muy mejor amigo", pero él mantiene las distancias.

Como llevo poco tiempo, hay personas que me cuentan cosas de él, pero no de si ha comido fuera el fin de semana, o si ayer estuvo cenando con sus suegros. Seguramente no lo saben, y quien lo sabe, por supuesto que no lo comenta. Si consigues ser digno de su confianza es porque eres una tumba, eres la discreción personificada, puede confiar en ti; y por ahora, públicamente, sólo se conoce a una persona digna de tal situación, con límites, supongo. Entonces, lo que te pueden contar de él es la relación laboral que tienen. Es increíble pero a muchos de ellos se les ilumina la cara cuando hablan de él, de verdad, que es algo asombroso. Es una admiración absoluta hacia él y tienen como objetivo hacer su trabajo muy bien para obtener su beneplácito, su palmadita en la espalda, su "perfecto", ser poseedores de algo que parece tan complicado como tener su confianza.

Su despacho está al lado del mío y a diario se suceden colas en las que la gente pide la vez. Sí, sí, surrealista, pero es que si se van, seguramente alguien entre antes o si ha terminado, él se vaya y ya no le puedas localizar hasta el día siguiente. Él está poco en la oficina, por lo que cuando está se le acumula el trabajo de papeleo. Todos le consultan, muchos se ponen absurdas medallas. Salen de allí hinchados como pavos o pequeñitos como si un jíbaro les hubiera maldecido. Y esas conversaciones privadas tienen su repercusión; a raíz de ahí, se cambian o se fortalecen directrices, y se pasa a la fase B: "Theo me ha dicho". Con ese inicio de frase todo se pone en marcha a velocidad de vértigo.

Poco a poco voy teniendo mi propio punto de vista, voy embebiéndome del espíritu de la empresa. Me dejan de llamar la atención hechos tan chocantes como que se le mande mensajes al móvil y que él conteste a esos mensajes, incluso que pida algo por mensaje. Y no son hechos aislados, si no algo que es el pan nuestro de cada día.

¿Y qué es lo que le da ese magnetismo especial? No lo sé. Es obvio que el poder y la jerarquía están de su lado, pero la intuición me dice que no lo es todo. ¿Será su proyección infinita? ¿Su forma de hacer los negocios? ¿Que está todos los días en la obra? ¿Que su confianza no es fácil de conseguir?

Tengo que admitir que a mí también me ha hechizado.

2 comentarios:

Rodolfo Serrano dijo...

Bueno, la verdad es que ya nos contarás algo más, pero resulta curioso.

Ana dijo...

¿Es una admiración física, profesional, vocacional o platónica? Desde luego, su acento de Plasencia es lo que más me ha cautivado...