viernes, 9 de marzo de 2007

MI OMBLIGO Y YO

Nadie se daría cuenta si no lo digo, pero no estoy delante del ordenador, estoy escribiendo en un cuaderno. Acabo de entrar en un bar porque tengo una hora y media muerta y me ha parecido una buena ocasión para escribir. El camarero en menos de cinco minutos me ha llamado dos veces señora; ¡manda huevos!, he pensado, ¿tú, de qué vas? El caso es que ya no es un hecho aislado; la primera y hasta este momento, única vez fue hace cuatro años, así que voy a tener que ir asumiendo que para algunas personas ya voy haciéndome mayor. Debo ser adulta.

He salido hace un rato de la psicoanalista. La sensación que tengo la hora siguiente a la que termino mi sesión es como si hubiera hecho los once minutos de prueba de resistencia y rapidez que hacía en gimnasia en el instituto, pero en vez de con mi cuerpo, con mi cerebro, y en vez de once minutos, treinta con repercusión de otros sesenta, y una vez asimilado, posible comprensión de mi esencia. No puedo hacer nada más que pensar en mis descubrimientos personales y me deja agotada, exhausta. He sido incapaz de ponerme a escuchar música, de encender el móvil o de meterme en el coche. Mis pies me han llevado a sentarme en el banco de un parque y ahí he intentado llegar a una conclusión acerca de mis descubrimientos. Sólo quería pensar lo que había sacado de la sesión y tirar del hilo conductor, ¡qué trabajo tan complicado! Y más, si se dan circunstancias ajenas que te influyen: He tenido unas cuantas palomas revoloteando a mi alrededor y en el banco de al lado se ha sentado un hombre de mediana edad con una cerveza de lata de medio litro que hablaba solo en un tono de voz alto; y además al poco tiempo, se ha sentado en otro banco una mujer un poco mayor que yo; parecía inquieta y triste. Me he fumado un cigarro y he intentado que estas interferencias no influyeran en mi cerebro, en mis pensamientos, así que he decidido apuntar las frases que se me venían a la cabeza: ¿por qué pregunto cosas que no quiero preguntar?, ¿pregunto lo que me gustaría que me preguntaran?, ¿hago comentarios desagradables al que considero que no sabe? PIENSO, PIENSO, pero las interrupciones del parque me han hecho perder el hilo conductor; no he tenido salida porque si me ponía a andar, también lo podía perder, así que he intentado abstraerme de mi entorno. Creo que pregunto lo que me gustaría que me preguntaran pero son cuestiones que a lo mejor no interesan a mi interlocutor porque están codificadas. Es un código interno y secreto imposible de descifrar: ¡quiero un jodido novio! He tenido sucedáneos, pero con el tiempo me he dado cuenta de que eran híbridos, que no contenían los ingredientes esenciales. Parece que no hay novios a la carta, y si los hay, por ahora, esa vía no me interesa. Es una necesidad imperiosa de encontrar mi alma gemela. ¿Dónde estará?

El de la cerveza me tenía harta y la mujer ya se fue. Yo me fui también. Tenía que seguir. Pasé por una iglesia. Había una boda. Vi a la novia a lo lejos. Debía estar feliz. ¡Cómo nos arreglamos para las bodas! ¡Por favor! qué ridículo queda, y no digamos ver a uno vestido de pingüino poniendo el ticket de la hora. Seguí caminando. Tres adolescentes con bolsas de plástico que dejaban ver una coca cola de dos litros y una botella de ballantines. Es que es viernes. Seguí andando. Más pingüinos. Claro, mejor pingüinos que ellas... ¡Dios verdadero! Atravesé Recoletos y llegué al coche. Puse la radio pero no la escuché. Llegué a mi destino. Metí el coche en otro parking. Vuelvo al comienzo. Estoy en el bar sentada en un taburete mirando por la ventana la gente pasar. El día está oscureciendo. Han pasado tres cuartos de hora, así que me queda este mismo tiempo para mi cita. Juan Rulfo, Pedro Páramo: El fluir de conciencia, mi mente.

Después de tanta profundidad, espero el momento para hacer una cosa trivial, mi segunda sesión de depilación láser, que por cierto, duele un huevo. Más interferencias: hay dos discutiendo. Llega el silencio otra vez. Regreso al mundo de nuevo: Enciendo el móvil. Conecto el ipod. Suena "where is the love?". ¿Será una señal? Me gusta la melodía. Me da vitalidad. Es mi canción de Malta. Pues seguiremos, ¿no?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola! No sé cómo llegué a tu blog... pero no sabés cuánto me alegro haberlo encontrado! Leo partes de tus posts y me parece estar leyéndome...
Veo que esto es de hace unos meses, pero espero que te lleguen estos saludos desde Argentina,