miércoles, 3 de enero de 2007

TESTIGO MUDO

Dice mi madre que cuando fuimos a ver la casa en la que ahora vivimos correteaba sin parar por el salón. Desde entonces han pasado treinta y un años. Treinta y un años de ir y venir de gente pero nosotros hemos permanecido durante todo ese tiempo, y con nosotros, algunos más... Parece mentira que te puedas a llegar a conocer tanto, incluso sin estar pared con pared. Qué aire más extraño tienen todas las comunidades, o por lo menos la mía.

Ayer cuando entraba en el garaje salían una madre y un hijo de los de toda la vida (como nosotros). Ella ha envejecido y él ha crecido conmigo. No sé cuando me empezó a impresionar la mirada de esa mujer, pero desde hace unos años no me pasa desapercibida. Sus ojos no brillan, su sonrisa de buenos días es una mueca de dolor, es una persona que no vive, sólo respira, resignada a su entorno, se ha convertido sin quererlo en una esclava de las circunstancias que le rodean. ¿Y qué circunstancias son éstas? Un marido alcohólico con el hígado destrozado y a punto de morir en varias ocasiones. Si ella cuando sonríe es la antítesis de la alegría, él cuando habla tiene la cara del abandono. Ya sé que suena todo muy tétrico, pero no es para menos, es tan triste ver cómo baja a pasear al perro y lo deja encerrado en el coche para irse al bar a tomar alcohol. Y mientras su familia en su casa, que supongo que lo saben o quizás, no.

También puedo hablar de los vecinos de pared con pared, o mejor dicho, de suelo con techo. Una pareja bastante peculiar, peculiar donde las haya... Es un matrimonio en sus sesenta. Si los ves por la calle, van siempre siempre de la mano y podrías decir que es una pareja perfecta, pero en casa discuten y se pegan, y normalmente suele empezar ella. El prototipo no lo cumplen exactamente, ella es la bebedora y es él el que se encierra en el cuarto de estar para que ella no lo pegue; eso sí, si lo hace, se defiende e insulta... y como insulta... Se le llena la boca. A veces pienso que cualquier día uno de los dos no lo cuenta.

Y ahora sí que toca hacer referencia a los de pared con pared. Un matrimonio con tres hijos. En este caso la pareja no discute mucho, pero sí lo hacen la madre y la hija pequeña. Aquí sólo tengo la mitad de la conversación, pero se saca toda la información igualmente. La niña, bueno, no tan niña porque debe tener veintitantos, grita y llora como un cerdo cuando le desangran para morir. De verdad, que es un llanto desgarrador. Hay veces que estoy viendo la tele en el salón, y la tengo que subir para poder escuchar, pero no puedo evitar que se me encoja el corazón ante los comentarios de la niña, que uno de ellos puede ser: "cómo me puedes decir eso... ¡soy tu hija!" (todo entre gritos y lágrimas).

También podría contaros otras historias como la de un policía jubilado que le dieron de baja por no sé qué motivo, y encontrártelo en el ascensor era motivo de un miedo insufrible, tenía una mirada de odio que hacía que se te helara la sangre; la vecina loca de atar, que te crea inseguridad por la incertidumbre de qué te pueda decir en ese intervalo eterno de dos pisos en ascensor; el vecino que recientemente se ahorcó en la residencia de ancianos en la que estaba.

Y luego estamos los normales, pero ¿qué dirán los vecinos de nosotros? ¿seremos tan normales como creemos?

1 comentario:

Ana dijo...

En todas las casas se cuecen habas guarrilla.
A bote pronto, recuerdo unos cuantos episodios de discusiones en nuestra casa. A lo mejor no tan frecuentes como los que comentas (que yo también he vivido y doy fe de ellos), pero igual de bochornosos para el que escucha obligado al otro lado de la pared.
Te enfadas, dices cosas feas, haces daño, y en mi caso, según te salen las palabras por la boca, te arrepientes y quieres ser capaz de cogerlas cuando todavía están en el aire y volver a meterlas en algún pozo sin fondo para que no vuelvan a salir. Pero eso es imposible. El daño ya está hecho. Sólo esperas ser capaz de parar a tiempo y sobre todo, sólo esperas que te perdonen.
Y al final perdonamos.
La familia es la familia.