lunes, 26 de mayo de 2008

RELATO CINCO. Y ELEGÍ MIS MEJORES ZAPATOS

Cuando ELLA regresó con el café humeante, el ya llevaba varias horas sentado allí. Le posó la mano sobre el hombro, sin saber si aquel gesto expresaría todo lo que ella sentía en aquel momento. Llevaban varios meses de gestiones y de nuevo parecía que iban a volver a perderse en el laberInto de papeles, entrevistas y pruebas .Sin embargo, hace sólo una semana aquel insulso funcionario que siempre les había escuchado con gesto de impertérrita indiferencia esbozó una media sonrisa: “¡Enhorabuena! : su solicitud ha sido aceptada a trámite.”
Nunca imaginó que aquellas palabras pudieran resonar en su cabeza como los compases de una canción, de una delicada canción china.
Sonrió, poco importaba el retraso de horas para su vuelo que anunciaban las pantallas del aeropuerto, sonrió porque aquella mañana ella había elegido sus mejores zapatos para volar a aquel lejano país, sonrió porque allí por fín completarían su familia.
EL sabía cuánto le decía aquella mano con olor a café sobre su hombro. Le decía tanto como si le hablara, le decía que estaban JUNTOS en aquella historia, su historia, le decía que asumir la decisión tomada había supuesto reconocer un gran fracaso, le decía que también ella casi se pierde en el laberinto de gestiones, que a punto esyaba de abandonar todo, pero también le decía que las palabras de aquel funcionario le habían devuelto de nuevo la esperanza.

Chascó los dientes, fastidiado ante el nuevo retraso; él no sabía ser tan paciente, aquella virtud se la tendría que enseñar ella. Pero ya tenía pensado que decirle cuando bajara de aquel avión y por fín pudiera verle la cara: “Hola, soy tu padre y elegí mis mejores zapatos para conocerte”. 

2 comentarios:

FESKIE dijo...

Si te gustó Magnolias es porque te fascina la vida y sus ganas desesperadas de hacernos caer de manera estrepitosa en su rebuscado y fascinante laberinto, cada paso una pregunta, cada paso una respuesta inesperada...
Me alegra que te hayan gustado las fotos... y gracias por tu comentario...

Mario Boville dijo...

No era un día importante.
No iba a ver a mi hija desparecida.
No me iban a dar un premio.
No me había tocado la lotería.
Simplemente salí a la calle
como todos los días.

Y elegí mis mejores zapatos:
los únicos que tenía.